En Venezuela hay escasez de una importante cantidad de rubros de consumo masivo, muchos de ellos de primerísima necesidad. Eso lo verificamos diariamente, no sólo por las extensas colas que se observan en abastos, supermercados y otros expendios, sino también porque el eje de las conversaciones cotidianas no es otro sino ese. Lo difícil que fue conseguir papel higiénico, la extensa cola para el detergente o la frustración que produce el llegar al momento d e comprar y encontrarse con la mala noticia de que se acabó lo que se vendía, bien sea aceite, carne o una pechuga de pollo.
Esa es la escasez que resentimos a diario y que parece de nunca acabar, al menos mientras no se corrigen de manera correcta y terminante los errores, los desatinos y las carencias de la política económica, tema ya recurrente, repetitivo y tal vez poco original, pero de una innegable pertinencia.
Pero hay otros productos escasos, como las buenas noticias. Queremos que aparezcan, no ya en los anaqueles sino en la realidad. El país está ayuno de noticias que nos levanten el ánimo como nación, que reactiven el optimismo, que conduzcan a nuevas conversaciones sobre temas que son esenciales para salir adelante. Ya hay una sobre producción de malas noticias en el ámbito de la seguridad, por ejemplo. Nuestros policías son cada vez más vulnerables frente a una delincuencia que tiene desprecio por la vida y se solaza sembrando muerte y terror, en medio de la mayor impunidad. ¿Vendrá una buena nueva al menos en ese aspecto de nuestra cotidianidad?
En el ámbito petrolero tampoco aparecen buenas perspectivas ni en el corto ni en el mediano plazo. Al parecer, salvo milagro en contrario, la caída de los precios vino con ganas de quedarse durante un buen rato. Y allí radican buena parte de las malas noticias que nos persiguen. Al caer los precios se debilita la gallina de los huevos de oro y es una de las razones por las cuales comienza a sentirse en forma drástica la escasez de divisas.
Entonces viene la mala nueva de la reducción de la asignación de divisas para viajes, mientras continúa el viacrucis de los estudiantes venezolanos en el exterior que no reciben la buena pro para poder pagar sus semestres y su manutención. Ellos también necesitan con urgencia buenas noticias, en medio de tantas dificultades por las que están pasando.
De igual manera el sector salud también espera noticias positivas. Que se acabe el desabastecimiento de medicinas, que mejore la atención en los centros públicos, que sean sancionados los responsables de tantos desatinos en el sector. Pero sobre todo que se acabe el ruleteo de pacientes.
Y así vamos de sector en sector y de tema en tema. El reclamo es el mismo. No quiere decir que no haya razones para el optimismo, o que no estén pasando cosas buenas, como por ejemplo, lo que se ha logrado en materia de vivienda o los éxitos del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles. El problema es que el peso fundamental en la balanza lo llevan las dificultades y las contrariedades en dos rubros como la economía y la seguridad. Y poco hacemos, principalmente el gobierno, pero también, oposición y el resto del país upara tratar de tomar otros rumbos que nos permitan recuperar el espacio perdido frente a la delincuencia, la inflación, la corrupción, el sectarismo, el dogmatismo, la pugnacidad, la mediocridad, el facilismo, la prepotencia, y sobre todo la creencia de que una vez más el oro negro siempre estará allí para sacarnos la pata del barro.
Otros países lo han logrado. Han podido bajarle el copete a las dificultades económicas y a la delincuencia organizada, por mencionar dos problemas que s si se resuelven o se aminoran sensiblemente pueden llevarnos a un panorama diferente, de confianza, optimismo, ganas de emprender proyectos de desarrollo, y sobre todo le brindarían a las nuevas generaciones, a esa juventud que no imagina su futuro en esta tierras, unas perspectivas totalmente atractivas para llevar a cabo sus sueños en territorio nacional.
Ese giro hacia la superación de los escollos que nos sumen en una atmósfera negativa bien puede darlo el gobierno. Es cuestión de voluntad política, de apostar por el entendimiento y el logro de consensos con todos los sectores. La pugnacidad en tiempos de crisis no lleva a ningún buen puerto. La dimensión de los problemas que vivimos los venezolanos obliga a tomar decisiones duras y difíciles, es cierto, pero serán más duras y difíciles las consecuencias si creemos que no hay nada que rectificar, que todo marcha sobre rieles. Cambiar esa manera de ver las cosas ya sería en sí misma una buena noticia. Por algún lado se tiene que empezar.
Vladimir Villegas