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Y ahora ¿Qué hacer?

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Y ahora ¿Qué hacer?

Y ahora ¿qué hacemos? Me preguntan a cada rato desde la noche del 25 de marzo personas que quieren mantener esa esperanza de cambio que necesitan y a la que tienen derecho.

Líbreme Dios de las terribles certezas, del dilema de blanco y negro, de la superstición de la infalibilidad. Sé que me he equivocado, muchas veces. Errar es propio de la condición humana. Lo malo es empecinarse en el error, no admitirlo y por lo mismo, no tener el valor de asumirlo y corregirlo. Tengo desde hace mucho, por lo mismo, aversión a la pretensión de perfección. Con Gracián en El Arte de la Prudencia, creo que “Nunca lo verdadero pudo alcanzar lo imaginado, porque el fingirse las perfecciones es fácil, y muy difícil el conseguirlas”. Toda perfección humana es fingimiento, por lo tanto, la promesa de perfección es mentira. Lo perfecto, dice el viejo refrán, es enemigo de lo bueno.

Como saben que dos es apenas la cuarta parte de ocho, con metódico cálculo ejecutado con frialdad implacable el poder ha mantenido una estrategia cuyas constantes han sido dividir al liderazgo alternativo y desanimar a la mayoría popular que quiere cambio. Usa todos sus recursos, abiertos o encubiertos. En el episodio de la presentación de candidaturas se jugaron descaradamente la carta de la discriminación, en maniobra típicamente malandra para mostrarnos a quienes creemos sinceramente en la vía democrática, pacífica, constitucional y electoral, como ingenuos imbéciles o como vendidos a sus designios.

Esa concepción del poder como propiedad de un grupo que no se detiene ante la ley ni los escrúpulos, es contraria al interés de los venezolanos, contraria a nuestros derechos humanos, civiles, políticos y a nuestro derecho a vivir y progresar en paz y en libertad. Mi problema hoy, como persona y como ciudadano es qué puedo hacer para que los planes torvos del pequeño grupo poderoso no se impongan. No hay opción perfecta, buscaré una posible.

Como hombre pacífico y desarmado creo en la democracia y en el Derecho. Entiendo perfectamente cuan maltratados están la una y el otro en nuestro país. También reconozco los errores y omisiones del campo opositor, no sólo de los que dan la cara. Apoyé la elección primaria como mejor método posible para decidir una candidatura con vocación unificadora. No habiendo votado por quien la ganó, reconocí y apoyé su triunfo porque soy demócrata, cuando gano y cuando pierdo. La primaria la convocó, la organizó y la ejecutó la Plataforma Unitaria Democrática. Consultó, dictó su reglamento, designó una Comisión Nacional independiente sin facturar por un mérito que no se le ha querido reconocer en esa convocatoria abierta que permitió expresarse a millones de venezolanos.

La arbitrariedad impidió que presentara la Plataforma la candidatura que eligió cuya palabra, por su peso, debe ser de máxima responsabilidad. Sé de las horas de análisis para ofrecer opciones. Fue para mí un respiro que en la prórroga, pudiera salvarse la divisa unitaria provisionalmente con el nombre decente, patriótico, de Edmundo González Urrutia. La esperanza de cambio la tiene difícil, pero está viva. Acompañaré a la unidad en la fórmula que ofrezca mayor posibilidad de encuentro para votar y ganar. El error de la absteción no lo vuelvo a cometer.

Ramón Guillermo Aveledo

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