Aclaro que en traducción del mandarín al castellano, titulo con lo dicho por Diosdado al llegar a China… ¡Mi nombre es Cabello! Y como yo, hasta allí balbuceó Putonghua (como se llama popularmente el mandarín y que le sonó familiar), después siguió -intérprete cerca- asegurándoles que fue tan lejos sólo a «fortalecer las relaciones» entre el PSUV y el Partido Comunista de ese país.
Por supuesto que no faltó el cuento de la agenda dejada por el «gigante» que los lleva a viajar y viajar cumpliendo con la tarea que les encomendó su «Comandante Eterno, Hugo Chávez, de fortalecer y profundizar las relaciones entre el PSUV y el Partido Comunista de China (PCCh)», algo similar a lo que les dejó pendiente con rusos, bielorrusos e iraníes y, por supuesto, con los chulos del ALBA.
Y es que la cosa está clarita… Nada de modelos económicos para fortalecer una clase media numerosa y sacar de la pobreza a millones. Eso no conviene, lo que conviene es la formación de esbirros comunistas que eufemísticamente llaman «cuadros partidistas».
El ricacho Cabello va a darle plenas garantías a los chinos de que aquí el chavismo es monolítico, y que esa «cochina» llamada Venezuela se la parten y reparten con absoluta tranquilidad con ellos. Diosdado se abraza con Li Jingtian, vicerrector de la Escuela Central del Partido Comunista Chino y se fascina del lavado de cerebro que ya les han hecho a jóvenes venezolanos que integran los cuadros políticos del PSUV que se forman en esa «institución».
Diosdado pulsa cómo está la cosa en China, si ya recuperaron la confianza y si están dispuestos a dar más prestamos sobre trozos de país… Vendrá a contarle a Jorge Arreaza y a Maduro sus impresiones, para que vayan tranquilos y sin nervios el próximo 18 de julio y en septiembre respectivamente…
Al vicepresidente Li Yuanchao le dice: ¡Huítuó jiàn (hasta luego) mi caballo! Puedes seguir dándonos préstamos porque al liderazgo opositor se le olvidó la impugnación.
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Por Elonora Bruzual