El próximo domingo 6 de diciembre se elegirá a la nueva Asamblea Nacional y los ciudadanos y ciudadanas tendrán la oportunidad de expresarse mediante el voto, y ojalá sea para escoger a los mejores, a los que de verdad se sientan comprometidos a trabajar para ejercer a plenitud su función parlamentaria, sin otro compromiso que con su conciencia y con el cumplimiento de la constitución y las leyes.
No me he pronunciado en esta campaña por ningún candidato ni por ninguna parcialidad. Es parte de la libertad que tenemos quienes hoy no militamos en ningún movimiento o bloque político. El voto es secreto y sobre todo debe ser un voto reflexivo, consciente y coherente con lo que cada quien quiere para sí y para el país. Tanto en la Mesa de la Unidad Democrática como en el Gran Polo Patriótico y en grupos que expresan tentativas de crear una tercera opción hay quienes merecen ser favorecidos con el voto popular y hay quienes no calzan esos puntos. He dicho en más de una oportunidad que no estamos frente a una película de vaqueros donde unos son los buenos y otros son los malos. En todos los bloques hay de los dos tipos. Pero no viene al caso ni personalizar ni entrar en mayores detalles.
En lo particular, me gustaría una Asamblea Nacional plural, en la cual las fuerzas e individualidades que la integrarán se vean forzadas a construir consensos y a producir debates trascendentes que se traduzcan en leyes y acuerdos sintonizados con las mayores urgencias nacionales. La magnitud de la crisis por la cual atraviesa el país obliga a prescindir de la tentación de reeditar un ring de boxeo en lugar de un parlamento.
No se trata de que tengamos una Asamblea Nacional bobalicona, donde se acaben las diferencias y los diputados parezcan integrantes de un orfeón o una estudiantina, pero obviamente el momento exige parlamentarios realmente responsables, conscientes de las expectativas que tienen los venezolanos, chavistas opositores o no alineados. Todos esperan que los electos no los defrauden y que sepan dar repuestas a la crisis. El bloque que gane las elecciones parlamentarias recibirá un voto de confianza que no es eterno, que estará sometido al escrutinio de una ciudadanía que ha madurado políticamente.
De aquí al domingo las fuerzas políticas participantes en la contienda electoral tienen que garantizar que sus militantes y seguidores ni provoquen ni caigan en provocaciones, y que el día de los comicios se reduzcan a cero hechos violentos, vengan de donde vengan, o violaciones a la legislación electoral.
Tenemos que vacunarnos contra la violencia y la intolerancia. Ambas no pueden tener cabida y menos en estas horas tan difíciles para la República. Aspiramos a que el 7 de diciembre amanezcamos satisfechos de haber cumplido con nuestro deber como ciudadanos, y que los resultados sean celebrados con moderación y humildad por los ganadores y asumidos gallardamente por quienes no resulten favorecidos.
Ojalá estemos definitivamente equivocados quienes tememos que aparezca con mayor fuerza el fantasma de la violencia. Se trata de una elección y no de una guerra. Por fortuna, quienes así pensamos somos la mayoría, pero no por ello debemos confiarnos. Nunca falta un irracional, de cualquier signo, con ganas de jugar con fuego. El diálogo es el extintor más efectivo con el que cuenta la democracia para esos casos. Después de las elecciones es que esa palabra diálogo debe tomar una fuerza inusitada, si es que queremos solventar las dificultades del presente.
Luis Lizardi
Registramos con pesar el fallecimiento del ex senador Luis Lizardi, con quien compartimos en la fracción parlamentaria de La Causa R a finales de la década de los noventa, y luego en la fundación del PPT. Lizardi fue un gran luchador social, investigador de la economía, dirigente gremial de los contadores, y sobre todo un ser humano cordial, sencillo, comprometido con sus ideas, además de gran conversador y amigo de las polémicas de altura. Acompañamos a su viuda, su descendencia y a toda su familia en este doloroso momento.
Vladimir Villegas