Desde la tarima solo se ve la llamada «marea roja» como una masa uniforme, compacta, que rebosa de alegría y celebra entre música y bailes el país que ha legado el también llamado por sus herederos, «líder supremo». Maradona lanza balones de fútbol desde la altura y observa a una masa feliz que supone reivindicada en 14 años de revolución.
Pero abajo la marea roja tiene varias fisuras y allí ocurren otras historias. Seis de ellos han sido asesinados y un menor apuñalado durante la concentración de cierre de campaña del candidato oficialista. Ya es costumbre en esas largas concentraciones los camiones repartiendo cerveza; otros de necesidades más exigentes prefieren el anís o el ron y las botellas pasan de mano en mano en las extensas caminatas. Entre los muertos se supo de dos arrollados, cuyas historias personales quedarán sepultadas en esa gran alfombra que cubre la marea. Otros fueron tiroteados y uno cayó acribillado por motorizados en los alrededores de Pdvsa mientras celebraba con fuegos artificiales la larga vida de la revolución. Fuera de la concentración, pero en el mismo contexto de la campaña, grupos oficialistas a quienes todos conocen en el ámbito universitario de la UCV atacaron el espectáculo de Norkys Batista en el Aula Magna. No hubo muertos, pero unos dos mil quinientos espectadores salieron despavoridos huyendo de las bombas molotov lanzadas por el grupo armado.
Se ha vivido un proceso electoral en el que el árbitro ha jugado abiertamente a favor de una de las opciones y en el que el candidato oficialista ha hecho uso abierto de los recursos del Estado. Una ministra amenaza con que «no quedará piedra sobre piedra» si la oposición no reconoce los resultados. La violencia verbal que expresa también juega un papel importante en estos días de difícil confrontación. La ética en el país ha caído en un abismo que parece imposible de recuperar.
Al jefe de campaña del partido opositor le rodean su vivienda con funcionarios de la policía política, se hacen allanamientos y se habla de mercenarios traídos para matar al candidato del Gobierno.
Ello habla de un legado que nadie quisiera para su país. Mientras nuestros vecinos vivieron años inmersos en la violencia y hoy son modelo de convivencia para el resto del mundo, Venezuela transita por una vereda que mata sin distingo de ideología.
Solo en este cierre de campaña ingresaron 15 cadáveres a la morgue de Bello Monte. Entre pitos y bullaranga el país sigue su rumbo devastador derrochando recursos y sin brújula.
Mañana nuevamente habrá una nueva elección. Ya no está el «líder supremo». Su legado suma también esa violencia que deberá ser superada, sea quien sea triunfe mañana domingo.
Twitter: folivares10
Fuente: EU