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Tiempo, debilidad y comunas

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Tiempo, debilidad y comunas

 

La llamada “negociación” se abre camino, continúa, y es por tanto importante no errar en el análisis del régimen que tenemos enfrente y en comprender su estrategia y objetivos; o más simplemente, en el análisis de por qué hace lo que hace y en consecuencia, en el análisis de nuestra propia fuerza y estrategia.

 

 

Temas sobre la mesa

 

 

Solemos batirnos en algunos temas sin reparar en que, a lo mejor, se trata de uno de esos famosos “trapos rojos”, término que nosotros mismos hemos acuñado para describir las cosas que hace el régimen, que atribuimos a estratagemas para distraernos, atemorizarnos, ver hacia otro lado y sobre todo para que nos enzarcemos en discusiones estériles que lo que sirven es para dividirnos y debilitarnos más y más – su verdadero objetivo.

 

 

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Por ejemplo, ahora nos debatimos con varios, entre ellos los de “ganar tiempo, la “debilidad” del régimen y las ciudades comunales o ley de las comunas. No pretendo polemizar o ir contra corriente en estos temas. Solamente quiero llamar la atención para que les dediquemos un segundo pensamiento, una reflexión desde otro ángulo, que nos abramos a la posibilidad de que estemos tomando el rábano por las hojas o planificando con base a mitos o temores que no son tan ciertos. Veamos

 

 

Ganar tiempo

 

 

Con respecto al “tiempo” o atribuir lo que hace el gobierno a su intento de “ganar tiempo”, siempre me he preguntado; ¿Quién está apurando al gobierno?, ¿Quién lo amenaza tan seriamente con desalojarlo del poder, como para que esté interesado en “ganar tiempo”?

 

 

Creo que cometemos un error en ese análisis. El régimen tiene todo el tiempo que necesita, nadie lo está apurando, nadie −que represente una amenaza real− lo está empujando para que se vaya; y si alguien lo hiciera a nivel interno, que representara una sombra de amenaza. Cuenta el régimen con la fuerza armada −más bien el régimen es la Fuerza Armada−, con los mecanismos de represión del Estado y con el sistema de justicia para someter hasta el más mínimo y tibio alzamiento o desorden, que vaya más allá de las diarias protesta por todo tipo de carencias que tiene la población; protestas justificadas, numerosas, importantes, pero desarticuladas de contexto y eficacia política. Creo que confundirse en ese análisis y pensar que “ganar tiempo” es el objetivo del régimen es alimentar la fantasía del fin inmanente e inminente, en la que hemos caído varias veces.

 

 

Más bien creo que somos nosotros, en la oposición, los que estamos interesados en “ganar tiempo”. En efecto, nosotros necesitamos “tiempo”: para dirimir nuestras diferencias y alcanzar la tan ansiada unidad; para limar las asperezas y librarnos de las discusiones estériles en las que nos envolvemos y nos consumen; necesitamos tiempo −que ya no queda mucho, por cierto− para decidir si vamos o no a participar en las elecciones regionales; tiempo para que, en caso que decidamos participar, encontrar los candidatos apropiados, esos que despierten la atención y el entusiasmo de votar de una población amodorrada y ensimismada −con toda razón− en resolver su pesada cotidianidad; tiempo para que podamos organizar unas primarias, si esa va a ser la fórmula para escoger los candidatos, o para decidir por “consenso” quienes serán, opción que por cierto consume mucho más tiempo; o simplemente, necesitamos tiempo para organizarnos, en caso de que la decisión sea la de no participar, para dar una respuesta alternativa, que nos distinga de la abstención indiferente que desde 1998 se instaló en casi un tercio de la población votante del país. De manera que, no creo que sea precisamente el régimen el interesado en “ganar tiempo”.

 

 

La debilidad del régimen

 

 

Otro tema que fácilmente aflora en las discusiones es el de la “debilidad” del régimen. Uno de los argumentos hace alusión a que el gobierno ya “no tiene recursos”, como los que tuvo años atrás −cosa que, por lo demás, es cierta− debido al despilfarro, la destrucción de la economía, la corrupción y −desde luego− las sanciones internacionales.

 

 

Pero, también me pregunto, ¿Quién ha dicho que este gobierno se sustenta en “recursos”? Esa fase del populismo que necesitaba recursos para repartir dádivas y ganar procesos electorales que lo “legitimaran” ya quedó atrás. Ahora al régimen le basta con la fuerza y la represión que ejercen aquellos para quienes los recursos que existen sí son suficientes: los jerarcas del régimen, sus aliados internacionales y quienes los mantienen en el poder −fundamentalmente militares− que no están tratando de resolver los problemas del país, pues ese no es su objetivo, para lo que sí se necesitarían recursos. Además, el régimen tampoco sufre por la falta de recursos, pues tienen suficientes para ellos: no sufren por la falta de gasolina o diésel, no tienen escasez de gas o de alimentos, seguramente están vacunados contra el coronavirus −y seguramente también, con dos dosis− de manera que la pandemia les afecta menos; ¿Cuál es entonces la debilidad del régimen?

 

 

Por supuesto que quieren mejorar su imagen internacional y lograr que les levanten las sanciones −que les permitiría acceso a mayores riquezas que continuar expoliando− y por ello se avienen a “negociar” y hacen algunas “concesiones” que desde luego no comprometen ni ponen en riesgo su poder. Creo que ese tema de la “debilidad” del régimen no debe ser una conclusión axiomática y, sobre todo, no la debemos confundir con nuestros deseos, o lo que es más grave, con nuestra propia debilidad.

 

 

Comunas y ciudades comunales

 

 

Pero lo que menos me cuadra es eso de que al régimen y a quienes lo sostienen no les preocupa el resultado electoral o que, por ejemplo, están eliminando la figura de los “protectores” porque su “plan B” es la ley de las comunas, que acabará con gobernadores, alcaldes y municipios.

 

 

No hay ninguna duda acerca del carácter inconstitucional de todo lo que gira en torno a las comunas, poder comunal o ciudades comunales. No pongo en duda los exhaustivos, prolijos, profundos y bien fundados análisis que han hecho muchas personas, connotados juristas y analistas políticos. Mucho menos desestimo la pertinencia y adecuada argumentación esgrimida para alertar al país de este nuevo despropósito de inspiración totalitaria. Solamente digo que debemos dar a este tema, como a los anteriores, un segundo pensamiento, “fuera de la caja”, como dicen los anglosajones, para evitar que con un análisis ligero, una vez más, nos dejemos llevar por una falsa interpretación, enfatizada en algunos casos por un anticomunismo enfermizo, que nos haga ver fantasmas detrás de cada árbol y nos impida ver el bosque.

 

 

Estamos enfrentando un gobierno que ha hecho todo tipo de esfuerzos por debilitar la democracia; acabó con la descentralización y creó, precisamente, la figura de los “protectores” (aunque ahora, cumplido su propósito, los elimine… pero ojo, que en cualquier momento, máxime controlando todos los poderes del Estado, los puede volver a poner, con ese, u otro nombre), para quitarle poder y recursos a los gobernadores y alcaldes en los lugares en los que perdió las elecciones; y lo hizo porque consideraba que esos gobernadores y alcaldes atentaban contra el poder omnímodo que el régimen quiere mantener a toda costa.

 

 

Por otra parte, la FFAA −que es el “poder” real que tiene por detrás el régimen− es jerárquica, militar, autoritaria, para nada democrática y es la que sostiene a un gobierno que se ha esforzado en centralizar y controlar, hasta el punto de nombrar autoridades políticas, judiciales, electorales y académicas a dedo, o en todos aquellos lugares y procesos en los que no logra ganar o hacer trampa.

 

 

Ante esos dos elementos surge mi duda: ese régimen, sostenido por una fuerza militar que se ha aprovechado del poder, ¿va a tolerar que se cree una estructura −como las ciudades comunales− que le pudiera a la larga minar o competir por su poder? ¿Va a transferir recursos y competencias, a unas autoridades que −aunque no electas por el voto universal, libre y secreto, sino designadas verticalmente−, se pueden terminar convirtiendo en unos reyezuelos locales, que serán difíciles de controlar en el tiempo?

 

 

Dicho de otra manera, un régimen que con Hugo Chávez Frías intentó tomar el poder por las armas en 1992, que lo “conquistó” luego a base de engaños en 1998 y lo mantuvo con trampas y repartiendo recursos a troche y moche, abusando del poder, persiguiendo y encarcelando a sus enemigos, acabando con la expresión de la democracia −los partidos políticos−, acosando a la sociedad civil, etc. … que designó después un heredero, y ese “heredero”, después de 21 años en total de régimen autoritario, ¿va a acabar con ese proyecto de centralización del poder, creando una estructura de caciques o tiranuelos locales, difícil de manejar, con la que a la larga él también perderá el poder de designar a dedo autoridades regionales y locales? Me parece que eso va contra toda la lógica totalitaria del régimen.

 

 

Por último, desde 2006 el régimen está tratando de reacomodar el territorio y los esquemas de poder; para ello creó consejos comunales, habiendo fracasado en modificar la constitución en 2007, decretó entonces una ley en el año 2010; creó zonas de paz en el año 2013, etc. y en estos días −de manera brutal, especialmente para los que viven en el oeste de Caracas, pero antes en el interior del país− estamos viendo en lo que han acabado esos “experimentos”. El Koki, el Vampi, el Conejo, el Garbis, el Willeisy y todos los demás, están acabando con el “sueño” del poder comunal y las comunas del régimen. Si los diputados de su dócil Asamblea Nacional, espuriamente electa en 2020, tienen dos dedos de frente, creo que se cuidarán muy bien de continuar ese experimento de crear estructuras que una vez “empoderadas” pueden resultar en una tragedia incontrolable de violencia como la que estamos viviendo en estos días.

 

 

Es probable que me equivoque con estos temas −lo de “ganar tiempo”, el de la supuesta debilidad del régimen y el de su “estrategia” con las comunas o ciudades comunales−, pero invito a todos a que le demos un segundo pensamiento, a que por lo menos sean tema de conversación y no una suerte de dogma o anti anatema. No proyectemos en el régimen lo que podrían ser algunas de nuestras fallas y redoblemos el esfuerzo de presentar una opción que unifique al país.

 

 

Ismael Pérez Vigil

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