Tiempo de sorpresas…

Tiempo de sorpresas…

Noche del jueves 14 de marzo, después de 9 días continúan los actos en la Academia Militar. A estas alturas no sé sabe si es un acto luctuoso o un «sarao» que en algunos momentos luce más bien una fiesta que lo que es: un funeral. Pero lo peor de toda esta «guachafa» es lo que estamos viendo ahorita: un coro de niños gaiteros frente al féretro.

 

Y aquí hablo como mamá: ¿por qué someter a unos pequeños a semejante momento? Por lo general a esa edad tratamos de resguardarlos del dolor y de todo lo que rodee a la muerte. Ya tendrán tiempo para vivir el lado oculto de la vida. Pero más allá de todo este culto mortuorio está el uso político del mismo. Si resulta cuestionable el poco recato para hacer campaña electoral utilizando al líder en cuerpo presente, ¡qué podemos decir del uso de niños para tal fin!

 

El pueblo tiene el derecho de llorar legítimamente a su líder. Las colas interminables para darle el último adiós y la despedida masiva que vimos el pasado viernes nos hablan de un profundo amor de quienes se sintieron representados por él, pero lo han usado durante estos días hasta el colmo de haber convertido una capilla ardiente en un templete de feria es un final poco sobrio para quien marcó un hito en nuestra historia contemporánea.

 

Hoy lunes esta parte del espectáculo cesó y amanecemos con los mismos problemas cotidianos, esos sobre los cuales no hay respuesta. Claro, entramos ahora en la otra fase, la de la campaña electoral. El show debe seguir y en tan corto tiempo la adrenalina no cesará. En sector oficial la imagen del líder irá seguramente hacia una suerte de canonización, pero su candidato tendrá que pisar suelo porque los problemas no esperan. Tiene a su favor la Semana Santa, tiempo en el cual se olvida la Venezuela real pero los otros quince días que restan ¿cómo vendrán? Tenemos corta memoria y el impacto del show mortuorio puede perder su impacto. Mientras tanto tendremos a un Capriles dándole la vuelta al país cual torbellino.

 

En esta oportunidad con un lenguaje más directo y confrontacional. Su deber es apelar a la emoción, despejar las dudas, levantar a los indiferentes y convencer a los chavistas que dicen: «Chávez sí, Maduro ,ummm no sé». Tiene el tiempo, los recursos del Estado, el Consejo Nacional Electoral y el luto por el comandante en contra, pero muchísimas cosas a su favor. Los cien días del gobierno madurista, los errores arrastrados de los catorce años anteriores, el caos en el cual nos encontramos y la expectativa de un cambio. Tiene mejor discurso que su contendor y pregona algo que es más que necesario en el país: la paz y la concordia.

 

No todo está dicho. Estamos en tiempo de sorpresas. Para muestra un Papa, para más señas suramericano y jesuita que no es poca cosa. Muchas cosas aún pueden cambiar…

 

mariaisabelparraga@gmail.com

 

Fuente: EU

Por María Isabel Párraga

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