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Las primeras reacciones al anuncio del régimen de Maduro -mejor dicho, a la pretensión- de que Alex Saab se sumara como su representante en las jornadas del diálogo que están ocurriendo en México, fueron de escandalosa perplejidad. Escuché comentarios como “no puede ser cierto”, “debe ser una noticia falsa”, “parece un mal chiste” y otras semejantes. Otras reacciones fueron directo a laviabilidad del diálogo: es la forma escogida por Maduro y sus secuaces, de propinarle un manotazo final a un proceso en el que no creen y que no está en la ruta de sus intereses: toda posibilidad, por mínima que sea, de que en Venezuela se produzca un cambio de régimen, debe ser aplastada, anulada, saboteada.

 

 

Hasta donde recuerdo, Alex Saab debe ser el sujeto acusado de numerosos delitos, que más protección ha tenido del régimen. La acción emprendida en contra de los reporteros del portal informativo Armando.info, que condujo al exilio a sus integrantes, fue, además de un grotesco e injustificado ataque a la libertad de expresión y del ejercicio de la profesión del periodista, una especie de aviso político: Saab, por razones que probablemente están todavía muy ocultas y que sobrepasan el desfalco de la importación de alimentos para las cajas CLAP, es una ficha clave del régimen, a este punto: siendo colombiano se le ha otorgado nacionalidad venezolano, se le ha designado diplomático, se ha intentado, sin éxito alguno, envolver su imagen en un aura de perseguido político, siendo que no es más que un delincuente de cuello blanco, de acuerdo a los señalamientos que se han formulado en su contra.

 

 

Pero algo muy grueso debe esconderse tras las operaciones, viajes, diligencias, transacciones y maniobras de Saab, que involucran no solo a personas, empresas y organismos en Venezuela, sino también de otros países. ¿Armas, drogas, lavado de dinero,transporte de oro, de maletas llenas de dólares, sobreprecios, comisiones, trata de blancas, tráfico de terroristas? No lo sabemos, y es muy probable que no lo sepamos en el corto plazo, porque es improbable que Saab suelte prenda, al menos durante los primeros años de su prisión. Sus confesiones no aparecerán de un día para otro. De hecho, es probable que el régimen de Maduro haya desaparecido, mientras Saab permanecerá preso y en silencio, por años y años, mientras, tal como ocurre ahora mismo, ejércitos de trolls, manejados por Putin, por el régimen iraní y por el castrismo, se dedican a victimizarlo, y a inventarle una biografía como revolucionario. El camino está trazado desde ahora mismo: intentarán que el delincuente sea percibido como un preso político.

 

 

Alex Nain Saab Morán está acusado de vender con sobreprecios alimentos de mala calidad o en mal estado, de lavado de activos, corrupción, asociación para delinquir, enriquecimiento ilícito, exportaciones e importaciones ficticias, estafa, operaciones financieras irregulares y más. Ha sido señalado, por autoridades de su país, Colombia, de ser “testaferro” de Nicolás Maduro. ¿Cabe, realmente, asombrarse por los desvelos del régimen para librarlo de la detención y restituirle la condición de impunidad con la que venía actuando?

 

 

No. No debe asombrarnos. Si hacemos una revisión de los hechos, rápidamente constataremos que para Chávez y Maduro, violación de las leyes y ejercicio del poder, son indisociables. Los delitos, en todas sus gamas y posibilidades, no son herramientas que hayan usado excepcionalmente. Con el paso del tiempo, han desterrado el uso de cualquier forma de legalidad, para dar paso a un Estado donde todas las instituciones son ilegales, ilegítimas, productos fraudulentos de falsos procesos electorales, de constituyentes amañadas, de trampas tendidas aquí y allá. De forma simultánea, el poder ha destruido la política, con un primer objetivo: impedir que el ciudadano demócrata, opositor, encuentre mecanismos para expresar sus inquietudes.

 

 

Han ilegalizado los partidos políticos; perseguido, secuestrado, torturado y asesinado a sus dirigentes; han creado instrumentos legales que permiten al poder criminal acusar a cualquiera de incitar a la violencia o al odio, solo por denunciar al poder o exigir el cumplimiento de sus derechos; han forzado el exilio de varios centenares de dirigentes políticos; han criminalizado el ejercicio del periodismo independiente; hasta las actividades de los humoristas se han convertido en objetivo de ataques y persecución. Lo mismo ha ocurrido con medios de comunicación, editores, reporteros gráficos, comentaristas y profesionales afines: se les ha etiquetado como enemigos de la patria, traidores, lacayos y, en lo fundamental, en representantes de una actividad, la informativa, que debe ser asediada, arrinconada, impedida.

 

 

Alex Saab forma parte del contingente de sujetos con expedientes penales, o de las bandas organizadas, que son factores integrantes del régimen. En realidad, pertenece a la misma categoría de las FARC y el ELN, de los extorsionadores uniformados que están diseminados en carreteras y autopistas, de los corruptos que florecen en cada rincón: impunes que viven de los bienes de los venezolanos.

 

 

En el caso de Saab, por último, me atreveré a formular un pronóstico: no irá a la mesa de negociación en México, pero se convertirá en uno de sus temas candentes. El régimen lo propondrá como parte de un trueque, muy pronto: que Estados Unidos lo libere, a cambio de liberar los presos políticos venezolanos. Apostaría a que vienen más detenciones, especialmente de dirigentes con mucha proyección. No lo olviden: Maduro hará lo imposible, lo inhumano, lo extremadamente cruel, para lograr la liberación de su socio y testaferro.

 

 

 

 Miguel Henrique Otero

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