La áspera reacción de un sector del chavismo frente a las recientes medidas económicas, volvió a encender las alarmas de las autoridades revolucionarias. Tras el respiro conseguido por el «dakazo», la nomenclatura acaba de atajar un rebote del descontento popular. La reciente devaluación del bolívar y el incremento dramático de la carestía -que ya no sólo comprende a los productos básicos de la cesta alimentaria- está exponiendo nuevamente el boceto de un país cuyo pueblo vuelve a lucir contrariado por el rumbo que las cosas han tomado y por los daños, cada vez más lacerantes, que las decisiones de «la sucesión» generan en la calidad de vida de la gente.
Ese es el tema que hierve en el cotilleo endógeno de las fuerzas aliadas, donde muchos se preguntan cuánta desmejora estarán dispuestos a aceptar quienes le dieron el beneficio de la duda al «chavismo sin Chávez». Lo que se habla dentro de las covachas rojas describe una incertidumbre creciente respecto del dramático contraste que se va configurando entre aquello que fue la revolución conducida por el difunto comandante supremo, y esta otra dirigida por sus herederos políticos.
La posibilidad de que el país chavista valore sus actuales calamidades como el producto de las desviaciones del proyecto original de su líder fundador, inquieta a una diversidad de fracciones internas, incluido el segmento militar, desde cuyas filas se observa -con más reserva que confianza- la evolución del actual enredo económico y de los escenarios de conflicto derivados de la cada vez menos inocultable bancarrota nacional.
A pesar de la uniformidad de la vocería oficialista, que aparenta estar segura de la apuesta que ha hecho Maduro con la radicalización de los controles y la inducción de una drástica caída del consumo, en los sótanos del «proceso» burbujean las dudas: unas, en torno a la capacidad del Estado bolivariano para producir una intervención ahora sí eficiente de todos los intersticios de la economía venezolana, y otras, en torno a la tolerancia con la cual el pueblo revolucionario aceptaría el descenso de su poder adquisitivo y, en general, de las condiciones de progreso que creyeron disfrutar cuando Chávez estaba al frente de los timones del proyecto.
Hasta la muerte del comandante, muchos tuvieron en la revolución un mecanismo de ascenso social que, poco a poco, está dejando de funcionar. No es poca cosa que, desde las propias entrañas del chavismo, se proteste en contra de la «expropiación» de derechos considerados ya como «adquiridos», tal cual ha quedado evidenciado entre quienes, siendo revolucionarios, exigen su gota de petróleo, diciendo en coro «con mi cupo no te metas». No caben dudas de que Maduro ha regresado a la zona de turbulencias.
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Por Argelia Ríos