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¿Qué horroriza a la gente buena?

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¿Qué horroriza a la gente buena?

Comencemos por lo más reciente: cualquiera que desee la paz y la estabilidad debe repudiar las agresiones físicas sufridas por parlamentarios opositores.

 

Los antichavistas, obviamente, porque se trata de sus representantes y, además, llevaron la peor parte. Los chavistas, en tanto, deben hacerlo por principio, porque la no violencia es un valor proclamado de este proceso revolucionario. Y también por simple aritmética política: ese tipo de episodios restan y dividen en lugar de sumar y multiplicar.

 

En particular, creo necesario establecer las responsabilidades y aplicar los castigos que se impondrían a cualquier persona sin fuero parlamentario. La inmunidad no puede ser una licencia para caerse a piñas, lanzar silletazos o dejarle el ojo morado a otro cristiano. Esos son delitos tipificados en el ordenamiento legal y la Asamblea Nacional, que es la casa de las leyes, no puede ser un espacio libre de ellas.

 

Dicho eso, pasemos a hablar de proporciones. El repudio, el rechazo, el horror (alguna gente se ha declarado «horrorizada» con el acontecimiento) debe tener medidas y proporciones. Me explico: si uno clama por justicia para el rostro maltrecho de Julio Borges, no puede, al mismo tiempo, seguir haciéndose el indiferente ante nueve muertes ocasionadas por la violencia postelectoral, delitos sumamente graves que han sido ignorados de la manera más cínica por sus presuntos responsables intelectuales, por los medios de comunicación antichavistas y hasta por las ONG defensoras de los derechos humanos (de los humanos opositores, tal parece), tanto locales como transnacionales. Hay que ser coherentes: no puede ser que nos escandalice el bochornoso episodio asambleístico y, paralelamente, nos resbalen unos asesinatos por intolerancia política.

 

En el caso de líderes opositores, directivos de medios y de las tales ONG, esta actitud de doble rasero es consciente. Con toda la intención seguirán dándole la máxima exposición a cualquier episodio violento encabezado por cualquiera que huela a gobierno, al tiempo que continuarán haciendo todos los esfuerzos a su alcance para ocultar los nueve muertos y el resto del saldo trágico de la fatídica hora loca opositora. Sería ingenuo esperar una rectificación de quienes participan en una conchabanza.

 

En lo que sí valdría la pena invertir tiempo y esfuerzo es en desentrañar la manera como opera este mecanismo de relativización moral en la mente de la gente buena de la oposición, las damas y los caballeros que serían incapaces de dirimir sus diferencias a trompadas, pero -con más razón- serían incapaces de matar a un compatriota por sus ideas políticas. El desentrañador que lo desentrañe, buen desentrañador será.

 

clodoher@yahoo.com

 

 

fuente: EU

Por Clodovaldo Hernández

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