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Petrodólares para todo fin

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Petrodólares para todo fin

“Poderoso caballero es don Dinero”

Francisco de Quevedo (1580-1645)

 

 

Desde el boom de los hidrocarburos en la década de los setenta del siglo pasado, el poder de compra de los petrodólares ha servido a los más disímiles propósitos de los grandes productores y exportadores. Mencionemos solo algunos ejemplos de esa amplia gama: Noruega, con la sabia administración de su Fondo Petrolero, ha materializado una sociedad de bienestar ideal, de alta calidad de vida y cero pobreza. En el golfo Pérsico, Dubái ha invertido con éxito en asombrar al mundo con un revolucionario urbanismo y exquisita arquitectura posmoderna, Qatar, sin tradición en el balompié, financió lo necesario para convertirse el año pasado en capital universal del fútbol. Otros, como Rusia e Irán, invierten en sembrar guerras.

 

 

Recientemente, el reino de Arabia Saudita decidió destinar unos cuantos petrodólares para adquirir, como quien compra en botica, nada menos que prestigio académico y científico. Una transacción en la que, a cambio de una bonificación en metálico, investigadores al servicio de instituciones de otros países se afilian, en apariencia, a universidades saudíes, lo cual simula que realizan allí sus labores científicas. El propósito: elevar la posición de estas universidades en el ranking de las mejores instituciones académicas del mundo.

 

 

Mundialmente, los investigadores científicos son calificados de acuerdo a la frecuencia con que aparecen citados en trabajos publicados en medios reconocidos (science citation index). Basta vincular un investigador altamente citado a una universidad para que ésta gane prestigio de modo expedito. Con ayuda del procedimiento utilizado, las universidades saudíes han logrado reunir una plantilla superior a la de instituciones de Alemania y Francia. Entre otros, once investigadores españoles se han prestado a engrosarla. Algunos, como corresponde, han sido sancionados por sus autoridades académicas reales.

 

 

 

Como vemos, el destino de los petrodólares fluctúa entre lo sagrado y lo obsceno, de esto último, por cierto, podemos atestiguar los venezolanos…

 

 

Ramón Peña

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