No pasó nada

No pasó nada

Vendemos es el mismo petróleo de siempre, y ya ni gasolina porque dañaron las refinerías…

Estamos presenciando la mayor reducción de la pobreza que conozca la historia. De 1990 a esta fecha más de la mitad de las personas en estado de pobreza (es decir, que viven con menos de 1,25 dólares diarios) han superado su nivel de vida por encima de ese umbral y la tendencia continúa inalterada aun después de la crisis financiera del 2008. Se trata de uno de los logros humanos más impresionantes de todos los tiempos y replantea el modo de entender el mundo y de las relaciones de poder, culturales y económicas de este milenio que comienza.

 

De hecho, esta reducción de la pobreza significó el cumplimiento de una de las metas del milenio, establecidas en el año 2000 por las Naciones Unidas, con cinco años de adelanto. Más de mil millones de seres humanos dejaron la pobreza y se instalaron en la nueva clase media emergente en todo el mundo. Los efectos de este cambio son de toda índole, no sólo económicos.

 

Países de clase media tienden a privilegiar la educación y a dirigir sus vidas más independientemente, lo que hace a las autocracias más difíciles de arraigar. Exigen políticas económicas que garanticen baja inflación, anhelan seguridad personal y para sus bienes. (En buena medida, el apocalipsis chavista del 14 de abril se explica por esta superación de la pobreza, cada vez más venezolanos son ellos mismos y no toleran que les cambien la identidad, yo soy yo, no Chávez ni más nadie).

 

La mejora de la condición de los más débiles ha ocurrido sobre todo en China. Más de la mitad de los mil millones de personas que han salido de la pobreza son chinos, lo que es muy aleccionador: la principal causa de la superación de la pobreza es el crecimiento económico, espectacular en el Imperio Medio desde las reformas de Deng a principios de los ochenta.

 

Reformas: capitalismo puro y duro. De igual modo, el otro país que ha visto salir centenares de millones de la penuria es la India, donde las reformas económicas de Sighn, más tardías, han hecho lo propio.

 

El capitalismo solo es bonito en los libros de Hayek. Pero el socialismo es más feo aún, entre otras cosas porque los sistemas de mercado asumen correctivos de izquierda, más intervención estatal, sin los ascos del comunismo a cualquier cosa que suene a libertad. El auge capitalista chino, además, ha arrastrado al resto del mundo en esta superación de la pobreza, básicamente al empujar hacia arriba el precio de las materias primas, que ha sido el propulsor de la prosperidad latinoamericana (cobre en Chile, soya en Argentina, petróleo aquí).

 

Nuestro continente ha visto también un aumento importante de la fortuna de los más pobres, no sólo por esta subida del precio de las exportaciones tradicionales, sino por la asunción de políticas conservadoras en lo macroeconómico, baja inflación, control de la volatilidad de los capitales, bajo déficit fiscal.

 

El reto es ahora la desaceleración del aumento de las materias primas, incluso su descenso, por el enfriamiento de la economía china y la crisis europea. América Latina necesita ahora orientarse al consumo y fortalecer uno de los grandes logros de esta década: el aumento exponencial del comercio entre el Tercer Mundo y ya no exclusivamente con las metrópolis.

 

En esta historia, Venezuela no aparece por ninguna parte, salvo por la bonanza petrolera causada precisamente por el capitalismo en estado puro de China. La reducción de la pobreza, importante sin duda, no se ha debido a ninguna política sino al aumento de los ingresos públicos.

 

Aquí no ha pasado nada, pues, salvo el efecto tradicional de los booms petroleros, como en los setenta y ochenta. Pero con mucha menos intensidad y sin la acumulación de capital y de infraestructura de aquellas veces. Ahora estamos rodeados de nuevos edificios de la Misión Vivienda, por ejemplo, pero nadie se engañe: ni con ese esfuerzo Chávez y su epígono se acercan ni de lejos a lo que cualquier gobierno democrático había hecho antes, sin tanta fanfarria (el chavismo es pantallero, muy pantallero).

 

Es cierto que comerciamos más con el resto del mundo. Pero lo único que vendemos es el mismo petróleo de siempre, ya ni gasolina porque dañaron las refinerías y la nueva Pdvsa es incapaz de repararlas. Y venderemos cada vez menos porque se lo hipotecamos a los chinos, hay que insistir una y otra vez. Esta bonanza, es lo más triste, no sirvió para mejorar el nivel educativo salvo por la conversión de una de las mejores universidades del país, la Unefa, en un bachillerato grandísimo y malo.

 

Aquí no pasó nada, sólo se repartieron unas neveras.

 

glinares@cjlegal.net

 

Gustavo Linares Benzo

 

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