Las palabras de Maduro en su “sacudón” del martes por la noche demostraron que la ficción supera la realidad.
Hubo quienes esperaron absortos una carta mágica que sacara al país del abismal colapso económico que desde el 2013 hace metástasis en las colas kilométricas para encontrar un producto prácticamente inexistente, en los hospitales convertidos en peligrosos escenarios donde el plomo parejo sustituye las medicinas, en las oscuras ciudades fantasmas que habitamos, en la violencia implacable que nos sorprende a la vuelta de la esquina, en el contrabando y la corrupción que nos desangra. Si antes decían que Venezuela era un cuartel ahora es una cárcel de alta peligrosidad, con alta tasa de víctimas a cualquier hora pero sobre todo cuando cae la noche. Nada de eso se tocó. No hubo carta mágica en el sacudón y peor aún el mago era pésimo.
Es por eso que cuando comenzamos a escuchar aquellas cifras de desempleo que fueron bajando gradualmente desde 1999 hasta nuestros días de pleno empleo imaginario, para luego observar atónitos como el país ha crecido económicamente de forma considerable con aquellos gráficos de laboratorio sacados de alguna fábrica de mentiras de La Habana, nos percatamos que la máxima felicidad posible de la que tanto hablaba Hugo Chávez no existe porque solo es una consigna comunista que se dicta para ser aceptada bajo la ley de la bravuconada. El mensaje es sencillo, sino no hay comida ni ayuda para los barrios, que debe ser solicitada además con la convicción y la fe de que el máximo líder aún nos gobierna desde algún lugar del reino de los cielos o desde quién sabe dónde.
El hambre, la miseria, la escasez, la corrupción y el atraco nuestro de cada día terminaron siendo taras mentales que padecemos ese 80 % de la población, que según Datanálisis considera que la situación es negativa.
Aunque el país entero discurra que este gobierno no hace nada por resolver el océano de carencias que ahogan a los ciudadanos comunes, Maduro no se da por aludido nunca y por lo tanto considera que existe una guerra económica que comienza desde las voces agoreras y sombrías de quienes denuncian, se quejan y sufren.
Pero a pesar de la realidad, ganó la ficción. Maduro apretó el acelerador hacia la nada, que es donde el castro-comunismo goza de excelente salud y ejerce férreos controles, sin importar el deterioro de la calidad de vida, la inflación que amenaza con extenderse a 3 dígitos para finales de año, el cierre de más de 5 mil empresas en todos estos años gobernando y la destrucción casi total del aparato productivo. Tal parece que la verdad y la realidad carecen de todo valor para esta clase gobernante.
Un asesor comunicacional del gobierno, Alberto Arteaga, alegó en CNN que los únicos decepcionados por las medidas eran la burguesía, pero en Venezuela ni los ricos ni los altos funcionarios enchufados ni la corte de aduladores hacen cola para llevar un pollo o un paquete de harina PAN a sus hogares. En todo caso el único burgués despreciado por el sacudón fue Rafael Ramírez, pero según palabras de Arteaga el expoderoso presidente de PDVSA no era otra cosa que una fichita más del proyecto revolucionario y shito!! No se habla más.
Lo que quería demostrar Arteaga a través de la tan criticada cadena norteamericana de noticias es que el proyecto “revolucionario” está por encima de los intereses del país, una ficción incomprensible para cualquier razonamiento demócrata acerca de la realidad que se expresa en la calle.
Esperar que Maduro anunciara cambios y rectificaciones de las políticas económicas porque el país vive un colapso, es una percepción errada de la realidad de un gobierno que se considera un proyecto hegemónico.
Un error de percepción grave hecho por los partidos políticos y todo aquel venezolano que difiera o se oponga al régimen, en palabras del historiador Ángel Lombardi, quién explica que las medidas solo pretendían hacer cambios drásticos no para gobernar sino para afianzarse en el poder.
A veces lo que para nosotros es un mal gobierno, para el madurismo es un gran gestión para llevar adelante sus objetivos, porque de pronto tener a la gente haciendo cola por dádivas, consumiendo su tiempo en las carencias alimenticias, asumir con mano débil la lucha contra el contrabando, el bachaqueo, la corrupción, mientras persigue al emprendedor y bombardea la iniciativa privada hasta destruir la economía, podría resultar inconveniente para quienes desean libertad y progreso para Venezuela, pero son políticas que han trascendido de forma útil y provechosa para cerrar las compuertas y replegarse en cada vez mayor poder para enfrentar así cualquier coyuntura democrática, que viene siendo como un eufemismo para describir la apatía opositora.
Lo que vimos fue un fortalecimiento del entorno de la familia Chávez y del sector radical identificado con el proyecto castrocomunista cubano, mientras los militares no solo conservaron su influencia en el gobierno sino que ahora se encargarán del liderazgo en el sector económico y financiero para la toma de decisiones, que jamás afectarán sus intereses en cuanto a las importaciones, la distribución, el manejo de la gasolina y el férreo control de cambio.
Se prevé que la realidad seguirá siendo ignorada a punta de controles y de una radicalización del plan de la patria.
Como dice el profesor Lombardi, el sacudón solo fue un movimiento interno en función de intereses de grupos que sacó del medio a Rafael Ramírez como uno de los grandes responsables del colapso económico, pero más bien porque ya dejó de ser útil para la causa hegemónica.
La repercusión para el país: ninguna. Después de toda esta ficción seguimos al borde del abismo.
Dámaso Jiménez
@damasojimenez