Hoy la popularidad de Chávez está en el 57%, esto expresa claramente que a pesar de su muerte, sigue siendo el epicentro de la economía político-electoral venezolana, y lo seguirá siendo por mucho tiempo.
Mucho se ha hablado del rentismo petrolero, y en lo particular he señalado que el verdadero problema de este rentismo es la derivación cultural que deforma valores y trastoca la forma de relacionamiento intersubjetivo.
El rentismo petrolero es señalado como el modelo económico que depende fundamentalmente del extractivismo o extracción del petróleo, con muy poco desarrollo de la industria aguas abajo del procesamiento de la materia prima para la potenciación de sus derivados, además de convertirse dentro del modelo en la casi exclusiva fuente de riqueza, que hace a una sociedad muy trabajadora pero poco productiva.
Convirtiéndose el rentismo petrolero un problema cultural, no nos puede sorprender que este se traslade al ámbito político-electoral de una sociedad, cosa que ha sucedido en Venezuela de manera paulatina, pero llegó a su momento de inflexión después de la muerte del presidente Chávez.
El rentismo electoral entonces, puede ser señalado en el caso venezolano, como el modelo político que depende fundamentalmente de la extracción de votos de una figura y su legado, con muy poco desarrollo del modelo originalmente planteado, en este caso el socialismo, sin nuevos planteamientos y una pésima aplicación de lo que anteriormente se hacía, teniendo permanentemente que apelar a la fuente original de capital político: “Chávez”, sin aportar críticamente aportes a lo bueno y malo del legado, que hace a una militancia muy activa pero poco eficiente, e incluso “mata votos”.
Este mismo criterio es totalmente adaptable al rentismo electoral de la oposición, por lo que puede ser señalado como el modelo político que dependen fundamentalmente de la extracción de votos de la “urgente” salida de este gobierno y el exterminio del recuerdo del gobierno del presidente Chávez, sin mayor planteamiento de cómo salir de esta crisis, pero con una fuerte dependencia a un pasado que “fue mejor”, teniendo que apelar permanentemente a la fuente original del capital político: el rechazo a Chávez y al modelo, sin aportar métodos novedosos de hacer política, lo que hace a una militancia muy activa pero poco eficiente, e incluso “mata votos”, pero potencialmente receptora del voto castigo.
Siendo esto así, lo que hoy vivimos no sólo es rentismo electoral sino un rentismo del capital político de Chávez, que para gobierno y oposición, pareciera infinito pero no lo es.
Hoy la popularidad de Chávez está en el 57%, esto expresa claramente que a pesar de su muerte, sigue siendo el epicentro de la economía político-electoral venezolana, y lo seguirá siendo por mucho tiempo, pero sus “herederos formales”: las cúpulas del gobierno y la oposición” dilapidan ese capital político, uno pretendiendo utilizarlo a favor y otro en contra del modelo socialista bolivariano, sin que ninguno haya podido capitalizar realmente su potencialidad positiva y negativa.
Mientras tanto un sector independiente crece, ya el 30% de la población electoralmente activa y dispuesta a votar, que mayoritariamente viene de apoyar al Psuv o al GPP, tiene claro que no se devuelve, pero que tampoco se pasa a la MUD, aunque no encuentra como expresar su descontento este 6 de diciembre, las cúpulas se lo han impedido.
Hablarle al descontento de ambos bandos, sin despreciar sus orígenes, pero en especial, reconociendo al Chávez de marcó un hito en la historia política venezolana, pero con una visión crítica, podrá romper el celofán de una polarización que se desmorona ante su último duelo pactado este 6 de diciembre.
Nicmer Evans