«Muere el alma»
enero 12, 2014 8:30 am

No me explico cómo puede caber tanta crueldad en un joven corazón de sólo 15 o 17 años

 

Algunos describen la muerte como la mayor patada de todas, por eso se guarda para el final. Pero los venezolanos, no tienen ni tiempo de subir la guardia.

 

Están sometidos a una paliza, al estar cada día, amenazados de muerte. Aquí no se nace, se crece y se muere. Sólo se necesita nacer en este país para que, en cualquier momento, un paisano arrebate a cualquiera su último aliento.

 

No puedo sacar de mi mente a Mónica y Thomas. Conocí a Berry. Ya una vez recibió dos tiros y vio morir a un amigo, mientras él mismo agonizaba. Intentó hacer vida en otra nación, pero no pudo resistirse a regresar y fundar una empresa de turismo que, más bien, invitaba a los extranjeros a confiar en este destino. Lo llamé cuando dispararon y lanzaron granadas en Chacao hace dos años, porque sabía que él vivía cerca. El carro en el que murió, recibió varios impactos, también en aquella ocasión. Ya no nos sirven las estadísticas ni probabilidades. Recuerdo que Thomas no era capaz de completar una sola frase, sin incluir en ella, a su Maya y a Mónica.

 

Imaginarlos, hace apenas unos días, juntos, dichosos y en los parajes que tanto adoraban, es aún más devastador. Murieron en manos del salvajismo de un país del que estaban perdidamente enamorados. Un amor tan grande como el odio, rencor y resentimiento que hay en el espíritu de sus victimarios. No me explico cómo puede caber tanta crueldad en un joven corazón de sólo 15 o 17 años. Estamos criando a nuestros propios verdugos. La peor orfandad es la del arrepentimiento, la compasión, la piedad. Quizás fueron abandonados por una madre, un vecindario o el Estado, pero no puede existir peor desabrigo en esos adolescentes, que el de su propia humanidad, que el de sus propias almas. Una generación sin consciencia, es una generación que expira.

 

Siempre he pensado que este Gobierno jamás ha frenado el delito, porque les conviene mantenernos ocupados de nuestra propia supervivencia y no de sus desmanes. Ojalá hayan entendido, que ante tal fiereza, ni ellos mismos podrán protegerse.

 

Es imposible que una sociedad esté a salvo si es desangrada por sus propios hijos. Pido a Dios que todo diálogo, planes y operativos, aunque tardíos, muy tardíos, cargados de culpa y hasta complicidad, les permitan mirarse un día en los ojos de Maya y encontrar el perdón que ellos nunca podrán darse a sí mismos.

 

@carlaangola

 Carlaangolarodriguez@gmail.com