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¡Mientras tanto!

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¡Mientras tanto!

El 14 de abril es a Henrique Capriles Radonski lo que el 4 de febrero de 1992 representó para Hugo Chávez, expresión que utilizara un destacado jurista venezolano mientras comentábamos los resultados de la última contienda electoral.

 

Obviamente, existen diferencias abismales entre ambos personajes, en su concepción de Estado y en la asunción de la democracia y sus formas. El primero un convencido demócrata y respetuoso de sus reglas, el segundo un usufructuario acomodaticio de las ventajas de la democracia y agente de la erosión de su solidez en Venezuela.

 

También existen, enormes diferencias entre el proceso comicial del pasado domingo, a pesar del inmenso desequilibrio, parcialidad y abuso de Estado puesto en evidencia como actor impuesto y no deseado, y el nefasto golpe contra la democracia y sus instituciones de aquel fatídico 4 de febrero de 1992.

 

Las fechas de referencia catapultan a dos líderes, con escenarios y peculiaridades disimiles, a la palestra de un liderazgo histórico, del cual indefectible se generan cambios profundos en la sociedad venezolana.

 

En el caso de Chávez, la asechanza golpista del 4F derivó en su serie de acontecimientos que conforman el libreto de actuación de múltiples actores reducidos al recuerdo y de un elenco que ha representado la puesta en escena la tragedia de cómo un país, con una inmensa riqueza, pierde dos décadas de bienestar y compromete seriamente su futuro; hilo argumental de esta patética obra, que sufre cambios por la muerte del líder golpista y la aparición en las tablas, como primer actor, de Nicolás Maduro.

Así, el 14 A representan la consolidación de un liderazgo histórico y correa de transmisión de los cambios que vendrán para

 

Venezuela: el liderazgo de HCR.

 

HCR ha convertido una “derrota” (¿?) -nada creíble y con hedor profundo de efluvios del más grosero abuso del Estado y su institucionalidad, sus recursos y sus procedimientos- en una contundente victoria.

 

El pírrico “triunfo” (¿?) de Maduro, significo la verdadera sepultura del liderazgo anti histórico de Chávez; representa la dilapidación del acervo electoral de dos millones de votos duros, que le dio una victoria que le permitió dejar este mundo con el remoquete de “Comandante Invicto”.

 

HCR les volteó la tortilla, se creció en la circunstancia de un periodo electoral corto y lleno de los obstáculos señalados y activadas las trampas colocadas para la más inédita malversación de fondos.

 

La pasión y voluntad de HCR, su pellejo que aporto como insumo para la transformación del país, insufla ánimo y fortaleza a la población para hacer valer sus derechos, para enrostrar al gobierno deslegitimado de origen y desarrollo, tanto por los abusos y fraudes a la constitucionalidad para mantener la usurpación del ejercicio del gobierno los 120 días previos a la elección como por la forma maltrecha de mantenerlo, que existe un país mayoritario, ahora si podemos decirlo, que abierta o soterradamente no está dispuesta a la enajenación del país a Cuba, ser promotores de formas violentas de gobierno en y fuera de sus límites; que hasta harto de la violencia y la división, que reclama el derecho a vivir en paz y en bienestar; a satisfacer sus necesidades básicas de manera abierta y con posibilidad de escogencia y no como mero receptores o beneficiarios de la caridad del Estado.

 

HCR se alzó con la voluntad popular, se convirtió en la voz de una Nación a la cual ya Maduro no le podrá asestar en sus rostros los latiguillos panfletarios llenos de odio y discriminación pues está no solo es mayoría y no lo apoya sino que es pueblo llano y humilde.

 

El discurso de “inauguración” presidencial de Maduro fue vacuo, patético y fuera de lugar pues quien ganó, si es que verdaderamente lo hizo, con menos de 250.000 votos (¿dónde están los 10 millones por el buche?) debió buscar como Presidente de “todos” los venezolanos caminos de entendimiento, de consenso y enfriamiento de esta vesania de los últimos cuatro meses de gobierno “madurista” en aras de la gobernabilidad.

 

n comienzo lerdo, ausente de la critica realidad que el mismo generó y entrampado en el campo minado de la escasez, la inflación, los controles, la intervención arbitraria del proceso productivo y de distribución de bienes, el deslave cambiario producto de la improvisación, la devaluación y la ineficacia para frenar la inseguridad, para solo nombrar algunos hechos, que no son precisamente producto de un guión golpista de la derecha apátrida sino de la incompetencia del manejo económico y social y de la terca actitud de insistir en formas fracasas de gobierno o rectificación de sus ejecutorias.

 

Surge HCR crecido, con preparación y experiencia propia de los estadistas modernos; con propuestas serías y viables, con sentido de la integridad de la sociedad y, sobre todo, autónoma y libre de cualquier dictado de dictadorzuelo o facciones extranjeros.

 

Otro hubiese sido el discurso de HCR, otro el país surgido de la contienda electoral. Habríamos amanecidos unidos con bríos de transformación, con ganas de prosperar y recuperar el tiempo perdido sin mirar atrás con odio sino con espíritu aleccionador.

MIENTRAS TANTO como mayoría de un pueblo noble, a pesar de la descomposición acelerada de un gobierno inepto que se hunde en su propio pantano, mantendremos la mirada en el fututo y la esperanza de una pronta recuperación, integración y deseos de abrir los ojos al siglo XXI.

 

@NegroPalacios

 

Por Leonardo Palacios

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