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Me declaro irracional

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Me declaro irracional

 

Podemos caminar y comer chicle. O lo que es lo mismo, estar atentos a la realidad y ver los partidos

 

Me encanta el fútbol. La verdad es que no sé mucho del asunto, ni quién juega en cuál equipo, pero me parece un deporte de gladiadores. Divertido, rápido, colorido, con fuerza y estrategia. Por supuesto también «sueño Vinotinto» y en la Liga Española le voy al Athletic de Bilbao por el amor que mi familia política y, por supuesto, mis príncipes le tienen a ese equipo totalmente vasco.

 

Confieso que sí, me fascinan los mundiales y como buena parte de la fanaticada venezolana siempre le he ido a Brasil. Cosa un tanto inentendible la adopción del equipo de un país que si bien es vecino siempre lo hemos tenido como «allaaaaa, muy lejos». Me imagino que a muchos nos encanta esa forma tan bonita y alegre de jugar de los cariocas que nos habla de su música, de sus bailes, de su cultura. Sí, buena parte de los venezolanos nos sentíamos «brasileros» y en nuestra memoria más remota la referencia de Pelé se quedó grabada como una suerte de dios del gol que disfrutaban nuestros padres quienes también, de manera inexplicable, siempre le fueron a Brasil.

 

Sin embargo, ahora hay una cosa extraña dentro de mí. Sí, lo admito, es totalmente irracional y no tiene ningún sentido, pero no me nace, no puedo, no sé cómo hacer, pero me quedé sin equipo en el Mundial. No le puedo ir a Brasil. Mi esposo que es mucho más racional que yo (a Dios gracias) me dice: ¡Tú estás loca, eso es como si no fueras a la Vinotinto porque el presidente es Maduro! , y claro, me desarma. Pero sí, decidí admitir mi «barranco irracional».

 

Porque, pobrecito, estoy clara que Neymar no tiene nada que ver con las toneladas de «gas del bueno» con el que han «fumigado» a la disidencia, pero la señora Dilma sí, y es muy difícil olvidar cómo su canciller se burló en las reuniones de la Unasur con los estudiantes y los activistas de los derechos humanos cuando le mostraron fotos de jóvenes maltratados y asesinados.

 

No le voy a Brasil porque veo imágenes de la represión a quienes reclaman el despilfarro en este Mundial mientras buena parte del pueblo vive en la miseria y se me parecen demasiado a las que tenemos aquí en las manifestaciones, que por cierto, no han cesado.

 

¡Que me disculpen los brasileros y su fanaticada, pero no puedo! ¿Que si voy a ver el fútbol? Claro que sí. Podemos caminar y comer chicle. O lo que es lo mismo, estar atentos a la realidad nacional y ver los partidos. Pero he decidido ir día por día. Partido por partido, escogiendo mi favorito de turno. Además, este deporte para las mujeres tiene una «óptica adicional», «modo buceo» como diría mi amiga Mary Montes. Así que me sacrificaré y le iré a los más guapos de la jornada. Ya estoy revisando, al detalle, el álbum de barajitas de mis hijos. Ya que opté por la irracionalidad total en este Mundial, ¿por qué no desvariar definitivamente?

 

María Isabel Párraga 

mariaisabelparraga@gmail.com

 

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