No es que Su Santidad, el Papa Francisco, no haya denunciado la catástrofe humanitaria que sufre Venezuela, ni haya clamado contra sus autores, ni intercedido por la libertad de los presos políticos, pero si nos parece que debe tener un papel más activo en las presiones internacionales para que el pueblo venezolano pueda poner fin a este mismo año a una tragedia que es escándalo del mundo.
No es pedirle mucho al Pastor de la religión que practican el 90 por ciento de los venezolanos y cuyos sacerdotes predican la fe de Cristo y la defensa de los valores humanos en todos los rincones de Venezuela.
Y no desde ahora, cuando ya no hay dudas de la ruina a que condujo al país la última ateocracia del mundo occidental, sino desde aquel fatídico 1999, cuando Chávez comenzó la cruzada de cubanizar a 27 millones de venezolanos.
Que no se han rendido, ni se van a rendir, sobre todo si el jefe de la Iglesia Católica, y su estado, el Estado Vaticano, se unen a la ONU, la UE, la OEA y el Mercosur en el esfuerzo para que la dictadura de Maduro respete la Constitución, celebre este mismo año el Referendo Revocatorio y acate la voluntad popular.
Creo que, es en esta dirección hacia donde apunta la invitación que hicieron ayer, desde la Nunciatura Apostólica de Caracas, el diputado y vicepresidente de la Asamblea Nacional, Enrique Márquez, y el Secretario Ejecutivo de la MUD, Jesús “Chúo” Torrealba, a Su Santidad y al Secretario del Estado Vaticano, Cardenal, Pietro Parolín, para que a la brevedad se incorporen a un diálogo que debe empezar cuanto antes y que no tiene otro objetivo que obligar a Maduro a que cumpla la Constitución.
Y que no dudamos en calificar de “cerco”, pues estamos seguros que, la mayoría calificada de sus participantes, va a coincidir en que la catástrofe humanitaria que vive Venezuela no tendrá fin si Maduro y el sistema socialista son revocados.
Por Manuel Malaver /
@MMalaverM