Nicolás Maduro sigue rigurosamente las enseñanzas de su padrino fallecido Hugo Chávez Frías. Nos referimos desde luego a las prácticas reñidas con la democracia en las que los poderes se utilizan para someter a quienes consideran enemigos políticos.
Al tiempo que Maduro pidió cárcel para Richard Mardo, cuyas acusaciones se basaron en cheques forjados presentados por Diosdado Cabello, sentenció públicamente como «culpable» a María Lourdes Afiuni.
Aunque lleva en la espalda una gran carga de dudas sobre su legitimidad, es el Presidente de la República y lo que diga, así sea mentira, tiene una influencia determinante en la sociedad y en los procesos judiciales. Al catalogar de «culpable» a la juez, lo hace además sobre hechos falsos.
«Esa señora (Afiuni) lo que hizo fue muy grave -dice Maduro. Dejó en libertad a una persona que estaba bajo juicio por lavado de dinero proveniente de la droga, muchísimo dinero por estafa. Lo agarró, lo metió en su oficina, lo sacó protegido, lo montó en un carro y lo soltó en libertad de manera ilegal» (…).
No se quién le suministra la información a Maduro antes de hacer una referencia pública. El juicio que se le seguía a Eligio Cedeño no era por «lavado de dinero» y mucho menos por «estafa». Nada más alejado de la realidad. Las acusaciones contra Gustavo Arráiz fueron por un delito menor: «defraudación tributaria», y Eligio Cedeño fue imputado por ser directivo del banco que gestionó los dólares preferenciales para la operación de importación de los equipos de computación. Nada que ver con narcotráfico o estafa. Cedeño salió con sus abogados por la puerta principal del Palacio de Justicia con su boleta de excarcelación. Delante de todo el mundo tomó una mototaxi hacia su oficina. Todos saben que contra Arráiz y Cedeño había una historia oculta, un interés particular de Hugo Chávez. De allí que cuando Afiuni otorga la «libertad condicional» al empresario, que ya llevaba 2 años y 10 meses en la cárcel sin que su juicio avanzara, generó la monumental rabia presidencial, y 24 horas después pidió para la juez 30 años de cárcel. Esa historia está documentada en el libro «La Presa del Comandante».
A Maduro le molesta que el nombre de Afiuni se haya convertido en una referencia internacional en la lucha por los Derechos Humanos. Pero lo cierto es que ella ha sido un ejemplo evidente de la arbitrariedad a la que es capaz de llegar un gobierno cuando hace desaparecer la autonomía de los poderes públicos. Ciertamente, el caso Afiuni ha sido una ventana que desnuda el carácter reaccionario y opresor del gobierno de Chávez y sus herederos.
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Por Francisco Olivares