Pocas veces en la región se mira hacia Brasil. Siempre han sido los primos lejanos que migraron hace cientos de años. Y ellos no se creen tan primos tampoco, se creen los tíos ricos que con aire de superioridad nos miran como los parientes pobres que a veces hay que ayudar.
Pues bien, una mirada hoy a Brasil muestra una democracia frágil y en peligro, capturada por la justicia donde el equilibrio de poderes se pierde día a día. El presidente Lula junto con un magistrado Alexander de Moraes que hace parte de dos tribunales –el Superior Electoral (TSE), máxima autoridad en esa materia y el Supremo Tribunal Federal (STF), máxima autoridad judicial del país– han perseguido, censurado y encarcelado de manera ilegítima a opositores de Lula y han limitado y cooptado la libertad de prensa, como hoy sucede en Venezuela. Es más, ya hay opinadores independientes que hablan de un Tribunal Supremo que funciona más como el de Venezuela que como el de una verdadera democracia.
¿Cómo se llegó allí? Sin entrar en la polémica Bolsonaro–Lula que ya hace parte del universo polarizado de nuestro continente con ejemplos que van desde Estados Unidos hasta Argentina, lo que sí se ve es una captura y un deterioro democrático e institucional que pone en peligro la democracia brasileña.
El último capítulo comienza en la campaña presidencial pasada, cuando el magistrado De Moraes le hace grandes favores a Lula y comienza a perseguir medios y periodistas que mencionaban que Lula había pasado 500 días de cárcel y había sido condenado por corrupción, algo que era verdad. ¡Hoy decir eso en Brasil es sancionable penal y económicamente!
Dos ejemplos. Esto lo escribí hace más de una año y nadie lo ha cuestionado. “Esta censura ha llegado al extremo de que un columnista de Folha, casado con un parlamentario del PT, Glen Greenwood, fue acusado de terrorista por criticar al juez Alexandre de Moraes, el ícono de esa censura en las redes sociales. Y Augusto Nunes periodista de gran renombre fue despedido de su medio Joven Pam por escribir un post en Twitter donde decía que Lula había sido condenado por ladrón, era un expresidiario y era amigo de dictadores”.
Estos ejemplos hoy se multiplicaron en tantos periodistas, parlamentarios y figuras civiles de la oposición que Elon Musk decidió no aceptar estas decisiones del magistrado De Moraes y de la justicia. El caso se ha bautizado como “Twitter Files Brasil” y la empresa afirmó mediante un comunicado que fue forzada por decisiones judiciales a bloquear cuentas populares en Brasil y que las decisiones de De Moraes violan el marco civil de la Internet y la Constitución Federal. “Informamos a esas cuentas que tomamos dichas medidas, pero no los motivos por los cuales las órdenes de bloqueo fueron emitidas. No sabemos cuáles fueron los posts que supuestamente violaron la ley. Tenemos prohibido informar qué tribunal o juez emitió la orden y cuál fue el contexto. Tenemos prohibido informar cuáles cuentas fueron afectadas. Somos amenazados con multas diarias si no cumplimos la orden”, dijo X en el comunicado.
Musk, citando al periodista decidió ir contra De Moraes, a quien acusó de censurar la libertad de expresión. Inmediatamente, los sectores políticos se posicionaron. La izquierda progre, entre ellos el histórico diario O Globo, hoy diario capturado por el gobierno actual, en vez de defender la libertad de expresión dice: “Musk se aproxima a la extrema derecha en su discurso sobre libertad de expresión. Aun cuando la bandera que levanta trate oficialmente de defender que todas las personas tienen derecho a expresarse, los críticos argumentan que su pauta acaba favoreciendo el discurso de odio, desinformación y de manifestaciones antidemocráticas”. Nada de debido proceso, de análisis de cuentas de X, de personas o de mensajes pues la generalización es lo único que sirve a la justificación de una censura aberrante. ¿Lula estuvo en la cárcel? Sí. ¿Se puede decir? No. No sé qué periodismo justifica eso. Lo que sí sabemos es que los progres acusan de eso a unos pero cuando utilizan los mismos instrumentos los justifican en esa narrativa supuestamente democrática.
Ni hablar de los abusos procesales en los juicios contra los que participaron en los eventos del 8 de enero. Unos ejemplos que no incluyen cómo los magistrados del Supremo callaban a los abogados de los indiciados o las condenas a años que solo se imponían a crímenes como el homicidio. Un indiciado demostró no haberse fugado de Brasil con Bolsonaro, por lo que está acusado y sin embargo sigue preso. Otro, Cleriston Pereira Da Cunha, murió en la cárcel después de haber pedido por motivos de salud medidas de presentación, lo que fue ignorado por De Moraes. A Pereira se le considera el primer preso político muerto en Brasil en décadas. Días después el TSF concedió esa medida a siete presos, pero a Pereira le costó la vida la decisión de De Moraes. Ejemplos hay y muchos.
Ah y falta la inhabilitación política por cuenta del Tribunal Electoral del cual también hace parte el cerebro de esta operación, el magistrado De Moraes. Cómo un magistrado hace parte de los dos Tribunales y eso fortalece la justicia, ni idea; pero bueno, así es, así proceden y así actúan. Sin orden judicial ya inhabilitaron a Bolsonaro por 8 años para hacer política por abuso de poder. Al senador Sérgio Moro, juez del emblemático caso de corrupción Lava Jato por el cual condenaron a Lula, le quedan semanas en el cargo pues comenzó a ser investigado por la misma causa.
Volviendo al tema de censura ya Musk decidió desafiar la orden judicial y levantar todas las restricciones. En retaliación De Moraes incluyó a Musk en la investigación de las milicias digitales antidemocráticas –donde se criminaliza hasta un #hashtag– y una multa de 20.000 dólares diarios por perfil bloqueado por el TSF, que incluye entre otros la de Oswaldo Eustaquio, un periodista exiliado o de Allan dos Santos, quien también está en el exilio.
El gobierno, lo que confirma la alianza de Lula con De Moraes para los fines políticos mutuos, ya anunció que el programa de la firma de satélites Starlink de Musk para vigilar la deforestación en el Amazonas no va más. Con quién lo van a hacer si no hay otro, ni idea, pero Lula está dispuesto a abandonar su programa bandera ecológico por este trabajo de censura y captura de la democracia a través de la justicia que tan buenos resultados le está dando.
¿O será al revés? El último trino de @Musk lo deja ahí. “Como fue que @alexandre de Moraes se convirtió en dictador de Brasil. Tiene a Lula con una correa”. O como dicen los caballistas y los que montan burros, tiene a Lula con la rienda cortica.
Francisco Santos
Artículo publicado en La Silla Rota