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Los nuevos rostros del populismo

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Los nuevos rostros del populismo

 

Es inverosímil que entrado el siglo XXI, una centuria que prometía nuevos escenarios, mejores condiciones de vida, realidades que a decir del recordado Peter Drucker, profesor de la Universidad de California, serían distintas en el buen sentido, no se hayan mostrado tal como de ellas se escribió y habló. Inclusive, se auguraron nuevos estadios de desarrollo de pueblos y naciones.

 

 

Los problemas que agobiaron al mundo político, económico y social durante el siglo XX, quizás no son los mismos en cuanto a mecanismos operacionales. Son peores en cuanto al grado de incisión que marcan en la piel de los pueblos. Ninguno escapa a las heridas forjadas a consecuencia de las agresiones consumadas por disputas infundidas por serias confusiones que se dan en el seno de las respectivas sociedades.

 

 

Aunque las amenazas suenan profundamente insidiosas dado el peligro que sus anuncios suelen exponer, los problemas que ocurren no son nada sencillos de resolver. Además, que los problemas más inmediatos a patentizarse, indistintamente del modo de movilización que en su aproximación utilicen, afectarán casi por igual a gobiernos, sociedades y economías.

 

 

Realidades afectadas

 

 

De hecho, algunos han comenzado a sentirse y padecer. La guerra Rusia-Ucrania, es uno de ellos. Otros pudieran desprenderse de desacuerdos geopolíticos que derivarían de forzadas  componendas que, con la idea de conciliar antiguos problemas históricos o establecer alianzas que equilibrarían fuerzas políticas o arreglos entre poderes económicos, podrían apuntar a evidenciar conflictos potenciales de importantes magnitudes.

 

 

Pero para ciertas realidades sumidas en un ámbito de abstracción psicológica, emocional o comunitaria, podrían inducir problemas de naturaleza sociopolítica y socioeconómica. No hay duda de que la situación que dicho discurrir revelaría, desde ahora mismo cabe decir que había  de ser patética, caótica, de crispada emergencia.

 

 

Ni siquiera las realidades que caracterizan la actualidad, han servido de modo eficiente para sacar del letargo esa inmensa población que sigue viviendo atrapada entre las voraces fauces de sistemas políticos asesinos, indolentes y resentidos. La historia sigue acusándolos. Aunque sin mayor consecuencia.

 

 

Ese universo demográfico, sigue amodorrado y entumecido en medio del enloquecido y trágico mundo que agobia al ser humano. Todo concurre a insensibilizar y habituar al hombre del siglo XXI a correr irracional y absurdamente  hacia la autodestrucción que caracteriza la civilización dominante. Más, cuando la misma se ha prestado para jugar a ideologías políticas y sociales, enteramente enfermizas.

 

Cambios notables

 

 

No es posible negar que la  discusión que esta disertación podría animar, abarca una gran diversidad de temas que refieren hechos políticos, sociales y económicos, bastante cuestionados. Sin embargo, la brevedad del espacio periodístico no da para explayar los pormenores que configuran la infinidad de dificultades que emergen del ejercicio de políticas sesgadas por la envidia y el egoísmo de quienes manejan la supremacía de los conflictos generados por las aludidas razones.

 

 

Precisamente en la inercia de tan graves problemas, reaparece el populismo. Pero esta vez, no como se le conoció. O sea, como el ejercicio político mediante el cual se sirve de conceptos que endulzan los oídos del desorientado, para convertirse en un distribuidor de las mismas miserias que decía combatir.

 

 

En el fragor de la confusión que animan las nuevas realidades tal como viene suscitándose en el curso del siglo XXI, el populismo exhibe su fatídico sectarismo mediante nuevos rostros. Son los  que están permitiéndole la efervescencia (política) que ocurre a consecuencia de la fermentación, la corrupción o descomposición de valores que exaltan el espacio político en el cual se desarrollan las relaciones mutuas que a su vez, incitan las libertades.

 

 

Nuevas facciones

 

 

Los diferentes rostros del populismo, si bien resumen la expresión del carácter incendiario de su apologético discurso y oscuras intimidaciones, es al mismo tiempo la manera más perversa de hacer política sin dejar al descubierto (ni por un milímetro) las variadas estafas puestas en práctica para manipular las realidades. Por supuesto, al mejor modo que el odio y el resentimiento permiten disponer como criterios de poder político.

 

 

Ahora el populismo renovó su juego político. Para lograrlo, acude a nuevos rostros que encubren la saña de sus decisiones y acciones. Igual, para estar en la línea de acción de gobiernos de los cuales el populismo pueda beneficiarse. Ahora se afinca con más hipocresía en la angustia espiritual, mediante horrores morales diseñados a instancia de dictaduras y tiranías con las que hace migas por meras circunstancias. Desde ahí, afianza su crueldad y perversidad. Y garantiza su incidencia como recurso de gobierno.

 

 

Asimismo, manipula la resignación de la población enfocándolas bajo medidas crudas e inhumanas. Para ello, se aprovecha de la incontinencia y lujuria que le brinda el poder a su cargo. Ese nuevo rostro del populismo, le permite actuar más diligentemente ante sus objetivos. Por consiguiente, apela al terror, a la crueldad y al grosero escepticismo para continuar sembrando el empobrecimiento crónico como herramienta de dominio.

 

 

Lo arriba descrito, es apenas algunas de las facciones de las que se vale el populismo para irradiar la sombra en la que se oculta el ejercicio insano de la política. Las otras fisonomías del populismo que, por limitaciones de espacio acá no cupieron, no dejan de mostrarse como la infección político-orgánica actúa cual pandemia de comprometida y peligrosa virulencia.

 

 

Indiscutiblemente, la ciudadanía deberá tomar precauciones políticas, económicas y sociales necesarias, que, en estos tiempos de manipulación política, deberán implicar la inminencia de reconocer o advertir los nuevos rostros del populismo.

 

 

Antonio José Monagas

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