Estaban 4 jugadores en la mesa viendo cómo el status quo se convertía en un castillo de naipes donde todos mandan, pero ninguno lo suficiente y llegaron los estudiantes a soplarlo con la ayuda de Leopoldo. Mayor molestia se desató. Dos jugadores, uno de cada orilla, jugaban a que aquello se derrumbara por sí mismo gracias al tiempo y, por supuesto, les tocara la cabecera de la mesa por eliminación y les cayeran las cartas a los pies. Por eso espantaban a todo aquel que se acercaba a soplar. Otro jugador, ataviado con banda tricolor, jugaba al equilibrio aparente para no dejar expuesta su fragilidad como tope del castillo a pesar de su torpeza innata. El 4to jugaba, con mala cara, uniforme y fusil, a no ver el castillo, sino tan solo a los demás sentados en la mesa. Lo cierto es que después del soplido… nada fue igual. Eso es lo que no le perdonan a los muchachos ni a Leopoldo. Nada ya es igual. El castillo se bambolea y ahora hay que decidir de una vez.
Mientras, se aplica una receta típica de cuando se quiere evitar cambiar: se busca un chivo expiatorio. A Leopoldo López le cargan la mano, propios y extraños, creyendo que poniéndolo a resguardo el castillo se puede mantener olvidando que esta receta conlleva una terrible consecuencia: quien la usa, inexorablemente, es atajado por el cambio más adelante consiguiéndolo desnudo y todavía mas vulnerable. Es decir, que por un rato pueden pensar que el peligro pasó con el carcelazo a López… pero el castillo ya está afectado por una carga de profundidad… que avanza calladamente… para dejar patente el efecto irrefrenable: no se puede sostener.
Entonces, tres cosas interesantes nos deja la jugada de Leopoldo: 1) La evidencia de cuán frágil está el régimen ya que parece una desconcertada orquesta guiada por varias batutas a la vez; 2) La prueba de cuán débil es el liderazgo opositor, puesto en jaque por una jugada audaz que la clara mayoría ansiaba pero a la cual celosamente se negaban los dirigentes; y 3) La demostración de que lo que está surgiendo es muy superior al régimen y a la oposición por igual. Gente que se cansó y que no reconoce mandos tradicionales irrumpió en las calles y allí fue haciendo su morada política. Al frente, increíblemente, se consiguió con una gran cantidad de chavistas que ni tienen sintonía ni confianza en Maduro y sus ineficiencias. ¿Qué pasará? La calle se ha impuesto y el soplido de Leopoldo imprimió una aceleración a los cambios que creo nadie puede frenar.
Pero de «la salida» hablaremos muchos años. En primer término porque el exceso brutal generó responsabilidad penal de los implicados. Pueden hacer los acuerdos que quieran… pero está clarito que detrás de los responsables de las muertes de los muchachos están colgadas las fotos de Milosevic, Mladic, Karadzic y otros asesinos de masas que murieron esperando juicio y hoy yacen en la Corte Penal Internacional. En segundo término, porque recuperó el derecho a escoger para los opositores. Ahora tenemos opciones y no se nos podrá presentar como hecho cumplido el liderazgo absolutista de nadie.
Ya no se podrá confundir una elección de candidato con una selección de líder de la oposición. Veremos a Capriles y la MUD, por un lado pero ahora también observamos nítidamente a María Corina, Ledezma y a Leopoldo López preso, por otro. Tomando los de mayor figuración, la cosa permite respirar con alivio. Ledezma es un alcalde increíble que hace de todo sin nada. María Corina tiene más esféricas que una buena parte del liderazgo opositor masculino y que todo el régimen y Leopoldo tiene mayor sintonía con los venezolanos que más de uno que ya ha sido candidato presidencial.
Eso sí, los que vivimos en Chacao tenemos una relación difícil con Leopoldo. Fue, sin duda, el mejor alcalde de Venezuela pero también quien se empeñó en dejarnos al peor como sucesor. A pesar de lo último, sus ejecutorias arrojan un saldo ampliamente positivo. Su preparación y articulación parecen muy superiores a la otra opción y además descubrimos que tenía un arma secreta: una esposa que ha salido pa’lante como las buenas, Lilian Tintori. Finalmente, estamos seguros que la cárcel la usará para obtener mayor madurez, costra política y brindarle espacio para crear nuevas alternativas para el país.
Quizás, como dice Héctor Manrique en situaciones de miedo, «no se debía haber dejado registro escrito de esto», pero el cálculo político es para los que son militantes partidistas… cosa que yo no soy, por razones ajenas a mi voluntad, por cierto. Además, el hecho de que ni el régimen ni buena parte de la oposición sabe qué hacer con Leopoldo López a pesar de su arrojo y compromiso me confirma que nada peor que la política de los acuerdos debajo de la mesa con términos impublicables. Y esa… está a la orden del día.
@vladimirpetit
Por Valdimir Petit