No hay dos lados, todos estamos en esa esquina a la que el gobierno sólo le tira sus sobras
Ricardo Ríos me recordó en estos días «la masacre de Lídice». Un poblado checo que Hitler desapareció en resarcimiento por la muerte de uno de sus soldados. Muchos países, entre ellos Venezuela, dieron el nombre a sus comunidades para conmemorar el atropello. Rodearon el poblado de Lídice, cerraron las salidas y ejecutaron a 340 habitantes. Ese pueblo fue destruido, por ser uno de los más activos en contra de la ocupación nazi.
De allí procedían los hombres quienes se unieron a la resistencia. Para Ricardo fue inevitable la referencia histórica después de ver el deshonroso proceder de las Fuerzas Armadas en Chacao, Los Ruices y en cada día y noche de acción cobarde. Hay una legítima y profunda preocupación ante la sospecha de que este gobierno es capaz de cualquier bellaquería.
Pero la libertad también dispone de tantas tribunas y voces como hombres convencidos de que ella en sí misma es desobediencia. La nueva historia de Venezuela sólo era escrita por quienes la imponían. Las comunidades protestan y el gobierno celebra que sus hombres armados ejecuten un plan de retaliación y de venganza.
Desde hace días alerté sobre la amenaza de Aristóbulo Istúriz: «gobierno contra pueblo viola derechos humanos, pueblo contra pueblo, ¡no!». Y no fue el mensaje aislado de una gobernación. Desde la propia presidencia, se autorizó la anarquía y la fechoría asistida en dos ruedas, arengadas por el odio. El gobierno corrobora su naturaleza infame y los venezolanos descubren coraje en la suya. No puede haber 350 mil militares rufianes y tampoco 500 mil delincuentes como motos hay en Caracas.
No hay muchos barrios con barricadas, pero no por eso, aplauden la abominable represión contra quienes sienten hermanos. Todos debemos aprender a contar. Somos casi 30 millones cercados por un pequeño grupo de abusivos. El pobre quizás esté silente, pero no cómplice. No hay dos lados, todos estamos en esa esquina a la que el gobierno sólo le tira sus sobras. Veo a la misma OEA secuaz, pero descubrimos a un planeta del lado correcto. La verdad es que no necesitamos que el mundo le ponga nombre a un sistema que suda despotismo.
No es mejor una revolución que otra. Como decía la Francia de 1800: los autores de revoluciones no pueden sufrir que otros también deseen liderarlas después de ellos.
@carlaangola
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