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La pureza de Nicmer

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La pureza de Nicmer

La carta del politólogo Nicmer Evans a Nicolás Maduro, además de quebrantar la palabra santa (la del jefe), ha despertado en la oposición una suerte de regocijo que celebra su capacidad crítica, confirma la intolerancia chavista a cualquier cuestionamiento y coloca al politólogo en un ángulo que permite observarlo con ribetes de simpatía y de comprensión. Nicmer ha roto el celofán.

 

Ahora, de repente, comenzamos a considerar positivamente al joven rebelde, quien asume la misión de defender los principios de la revolución y aun cuando esté equivocado, en el fondo de su planteamiento, encomiamos su valor al rechazar lo que considera un grave desviacionismo pequeño burgués (payasería farandulesca) por parte de quien no es el líder, sino «un medio para alcanzar un fin», es decir, Nicolás. Así, llegamos a imaginarnos a Nicmer subiendo, pero no al metrobús de Nicolás, sino al Autobús del Progreso de Capriles. Nada que ver.

 

Es obvio que no estamos ante un Ismael García o un Henry Falcón, quienes sin renunciar a las aspiraciones de justicia social, renegaron del socialismo cavernario por reductor de la condición humana y por violar sistemáticamente los preceptos democráticos. Pero Nicmer, un radical puro, embebido en la ortodoxia más puntillosa, rechaza cualquier atisbo de pragmatismo, aun cuando ponga, por encima del colectivo, la figura de Chávez, quien «me dijo (es un decir porque se lo dijo al país y no personalmente a él) que votara por Maduro.

 

Pues bien, la «pureza» del movimiento (aun cuando no haya todavía escuelas de formación ideológica, según lo advierte el mismo Nicmer) es fundamental y a menos de un mes de la muerte del caudillo no se debe profanar su pensamiento incorporando a una serie de sifrinos recién llegados, faranduleros, oportunistas y comprados por el dinero del pueblo que van a contaminar, con su presencia, sus banalidades y decadentismo, un proceso cuya misión es el Plan de la Patria y el establecimiento del Estado Comunal.

 

Maduro, está claro, no ha estado a la altura de la exigencia histórica y si Chávez cantaba, bailaba, saltaba y se entregaba con pasión y talento histriónico al arte de la seducción masiva, Maduro no puede ni debe hacerlo. Esa licencia solo se la permitía el líder y además, a Nicolás le sale forzado, le queda mal. Pero en eso se equivoca Nicmer. Maduro hace lo que corresponde en campañas electorales. Prodiga pan y circo. Hace de «muñeco» como lo lamenta Nicmer, como lo hacía Chávez. Solo que después del 14 de abril, si llegan a ganar (cosa que dudo), aparecería, entonces, el Maduro por el cual clama Nicmer desde la pureza, el rigor y la dureza de los viejos-jóvenes revolucionarios.

 

@rgiustia

Fuente: EU

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