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La MUD en su laberinto

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La MUD en su laberinto

La oposición venezolana parece perdida en sus diferencias

 

 

Después de la sonora victoria política que alcanzó el 1 de septiembre cuando organizó la protesta callejera más concurrida en Venezuela, al menos en la última década, la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) parece ahora perdida en el laberinto de sus diferencias y en la falta de una agenda de real presión sobre el gobierno de Nicolás Maduro.

 

 

 

Y no es cualquier momento para perder el norte. En Venezuela se viven días decisivos para determinar si puede realizarse un referendo revocatorio este año que acelere la transición o si por el contrario el régimen de Maduro, en alianza con entidades sobre los que ejerce el control como el Consejo Electoral y el Tribunal Supremo, se mantiene en el poder.

 

 

 

Septiembre es decisivo para calibrar la capacidad que tenga la MUD de conducir la transición o si al contrario el chavismo, desde el poder será el que modele los cambios.

 

 

 

La MUD necesita que el referendo revocatorio se haga en 2016 para que la salida de Maduro en el referendo, por el voto popular, lleve de inmediato a unas nuevas elecciones presidenciales. Si por el contrario, el referendo se hace en 2017, a lo que apuntan sectores del chavismo y el mismo Consejo Electoral, es probable que Maduro sea castigado con el voto pero que el vicepresidente que él designe termine el mandato por un lapso de dos años 2017-2018.

 

 

 

No sólo el chavismo se juega su futuro, también lo hace la MUD. Algunos estudios de opinión pública, como el que llevó adelante la firma Delphos, muestran que un 70 por ciento está a favor de revocar el mandato de Maduro, pero eso no debe sumarse automáticamente como apoyo a la alianza opositora, ya que en ese mismo estudio 60 por ciento de los consultados dice confiar poco o nada en la MUD.

 

 

 

La Mesa de la Unidad Democrática nació en 2010 conformada por los partidos de oposición al régimen de Hugo Chávez, con el fin de participar en las elecciones parlamentarias de aquel año.

 

 

 

La MUD fue la respuesta a casi un lustro de aridez en el campo opositor, en los que el chavismo se consolidó, tras la decisión de los partidos opositores de no presentarse a las elecciones legislativas en 2005. Todo ello unido a la implosión que vivió la llamada Coordinadora Democrática que no reconoció el triunfo de Chávez en el referendo revocatorio de 2004. En la Coordinadora Democrática participaban partidos, asociaciones de la sociedad civil y gremios, pero era notable el peso que tenían tras bambalinas los dueños de medios privados.

 

 

 

Tras la gigantesca movilización de éste 1 de septiembre ocurrieron varios hechos que mellaron a la alianza opositora. No hubo otras acciones de envergadura desde entonces, con lo cual el tiempo sigue corriendo y juega en contra del referendo para este año; varios líderes opositores empezaron a mostrarse en plan de candidatos presidenciales, lo cual resulta a todas luces prematuro; se evidenció públicamente una fractura entre la posición más radical de partidos pequeños de la MUD y la posición que consensuan el llamado G-4 (los partidos mayoritarios de la alianza: Primero Justicia, Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo, Voluntad Popular).

 

 

 

Junto a esto, la MUD cayó en la trampa del diálogo que le ha orquestado el gobierno. Luego de desmentir que se produjeron reuniones con el alto gobierno, la vocería de la alianza opositora debió reconocer que sí las hubo, una vez que Maduro señaló que daría los nombres de los dirigentes opositores que se han reunido con el oficialismo.

 

 

 

 

Comunicacionalmente esto fue un desastre ya que dejó el aire muchas dudas e interrogantes.

 

 

 

En mi opinión, en Venezuela no debe descartarse un espacio de diálogo entre MUD y gobierno, pero en términos comunicacionales debe haber transparencia, ya que en dos ocasiones el gobierno ha usado este tipo de reuniones con el fin de avivar las diferencias en el seno opositor y desacreditarlos ante la ciudadanía. El peso del aparato comunicacional del régimen resulta clave para encuadrar mediáticamente el tema del diálogo y presentarlo a la opinión pública. Si la MUD se reúne con el gobierno no debe ser reactiva, sino informarlo por anticipado.

 

 

 

La guinda de este período, muy negativo para la MUD, posterior a la marcha del 1S fue la desafinada declaración de un vocero de la alianza en el área internacional, Timoteo Zambrano, quien cuestionó la posibilidad de que Venezuela sea sancionada en el seno de Mercosur, por parte de los países fundadores del bloque. Se trata de una seria contradicción porque justamente la oposición ha buscado este año la presión internacional de gobiernos y de entes como el Mercosur y de la Organización de Estados Americanos.

 

 

 

 

Aunque Zambrano fue rápidamente desmentido, su caso refleja la multiplicidad de agendas que hacen vida en la MUD. La alianza tiene reales dificultades en definir cuáles son los pasos a seguir, en este momento decisivo. Mientras siga la MUD en su laberinto, a pesar de que el clamor popular sea anti-Maduro, éste seguirá ocupando el poder. Al menos esa es la sensación que se vive en estos días en Venezuela.

 

 

 

* Andrés Cañizález es analista e investigador titular de la Universidad Católica Andrés Bello.

 

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