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La más acertada inversión

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La más acertada inversión

Estas líneas no buscan referir el deporte como literalmente lo define el Diccionario de la Lengua Española: «1) Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone un entrenamiento y sujeción a normas. 2) Recreación pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre».

 

 

El deporte es mucho más, en el contexto de la dinámica que moviliza al mundo actual. Trasciende de tan estrecha acepción. En la Antigua Grecia -varios siglos a.d.C.- el deporte abarcaba un sentido antropocéntrico. Tanto así, que se comprendía como el fundamento social y político que justifica la pluralidad humana. Y justamente, es la razón para argumentar la significación del deporte. Sobre todo, como filosofía de vida.

 

 

El deporte debe entenderse no sólo como una actividad física, básicamente de carácter competitivo, sino como la razón que motiva la voluntad para cerrar la brecha entre lo posible y lo imposible. Por eso se reconoce diferente del juego.

 

 

Por otra parte, debe saberse que la praxis deportiva compromete la participación. Y tan magno valor, hace ver la libertad como la capacidad del ser humano para perseguir sus ideales. Inclusive, hasta el último pensamiento. Aunque se halle escondido entre los postulados finales de su ideología. Con seguridad, logrará allanar los propósitos implícitos en su realización.

 

 

Por eso el deporte debe considerarse la ruta más expedita para inducir en el deportista los mismos derechos políticos y civiles de otros. El deporte constituye la mejor oportunidad para alcanzar la libertad que lleva al hombre a verse completamente integrado a la naturaleza social, ciudadana y política. Tan cierto es, que su esencia constituyó la razón para que filósofos de la Antigua Grecia comprendieran la necesidad de darle forma, sentido y argumentación procedimental a la democracia como sistema político.

 

 

De manera que no hay duda para reconocer el deporte como la mejor forma para avivar la satisfacción de compartir el espacio donde se cimienta la pluralidad de los hombres. Siempre y cuando la pluralidad se comprenda como una creación de la necesidad que ellos mismos reconocen como fundamento de vida gregaria.

 

 

Justamente, en el fragor de dicha pluralidad humana se plantea la diversidad que caracteriza la capacidad física para enfrentar el desafío de la competencia. Y es en la esencia de tal diversidad de anhelos y necesidades que induce el deporte, donde cada individuo alcanza el máximo ejercicio de su libertad.

 

 

Es así como la libertad adquiere razón para encauzar la naturaleza y carácter del deporte. En la medida que su praxis potencie virtudes tan hondas como la energía, la audacia y la paciencia, es posible convencerse de que el deporte forma parte de las fuerzas unificadoras de la humanidad. Precisamente, por el solidario conocimiento y entendimiento que provoca entre hombres de diversas condiciones, razas y culturas.

 

 

Es precisamente, lo que compromete la deportividad. El propio reto que se traza cada deportista, constituye la mejor demostración de que cuando quiere lograrse una meta, un objetivo, un propósito, el deporte se convierte en el mejor guion o instrumento para entender que la meta no es la línea de sentencia que indica la finalización de la competencia. Sino la que cada quien traza. Pues lo que nunca podrá olvidarse, es la satisfacción de haber vencido el desafío que el deporte incitó. Por eso, el deporte es la manera más atrevida para demostrar -en todos los sentidos- que en la vida es la más acertada inversión.

 

 

Antonio José Monagas

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