La guerra de las pechugas

La guerra de las pechugas

Así estamos, así nos tienen: peleando por un pollo. Y no decimos discutir: un «ese pedazo de pechuga es mío» o «quédate tú con los muslos», no… Estamos hablando de puños, cachetadas y «jalones de greñas», lo más básico, pues. Pero lo peor es que no es una escena única. Hechos así se están repitiendo al estilo de un degradante reality show de proyección nacional: un día por aceite, otro por azúcar, muchas veces por papel toilette y ¡qué decir de la harina de maíz!… Se está dando el caso de «pobladas» tumbando las puertas de los hipermercados porque se «corrió la voz» de que llegó el jabón para bañarse.

 

Y es que hacer mercado se nos ha convertido en una especie de gincana de un sitio a otro y si bien ese jueguito nada divertido lleva meses ahora se ha tornado en un «deporte extremo» en el que no sólo terminamos agotados y es un reto a la paciencia, sino que podemos poner en riesgo hasta nuestra «integridad física» en una lucha «cuerpo a cuerpo» por la obtención de ese ar- tículo de primera necesidad que tenemos añales sin encontrar.

 

Los economistas siempre lo dicen: » el artículo más caro es el que no se consigue». ¡Vaya que tienen razón! Todos, bueno casi todos, podemos dar fe de la realidad de las cifras del Banco Central de Venezuela y del Instituto Nacional de Estadística. Una subida de más del cuatro por ciento en la inflación en un solo mes no es un dato frío.

 

Es exasperante y frustrante el hecho de ir todas las semanas y constatar en primera persona que cada vez compras menos y gastas más. Estamos en la tormenta perfecta. Crisis económica con una población cada vez más descontenta sumada a una situación de ilegitimidad que incluso se está moviendo en el ámbito internacional y por si fuera poco un mandatario que inventa viajes cinco estrellas comiéndose el cuentico del país rico.

 

¿Es que acaso pensaban que la historia de los tres pisos del hotel de lujo, la exigencia de flores y frutas y el chef particular no se iba a conocer? Es como si ese personaje no quisiera aterrizar sobre la realidad nacional y prefiriera seguir inventando historias antiimperialistas, golpes de Estado y enemigos ocultos para tratar de tapar lo que todos estamos viviendo. Son inevitables las comparaciones, el líder antecesor aprovechaba su carisma para «vender» estos cuentos de camino y lo peor es que muchos lo compraban, pero ya no hay ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Ni liderazgo ni dólares y menos aún credibilidad.

 

La única salida para el Gobierno sería el diálogo y la moderación… Una vara alta para quienes prefieren propiciar la guerra, comenzando por la de la harina de maíz, el azúcar o la pechuga.

 

mariaisabelparraga@gmail.com

 

 

Fuente: EU

Por María Isabel Párraga

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