Nada tan trágico, y tan ridículo, como el líder de un régimen autoritario sin autoridad, una fórmula infalible para provocar la anarquía; similar a nombrar al Dalai Lama gerente de una corporación de usureros, a un vegetariano a dirigir una carnicería, un entrenador de un equipo que odie al fútbol. Esos experimentos quedan mal en la vida real, pero Chávez por razones desconocidas, o porque las alternativas eran peores, escogió a Nicolás Maduro como el encargado de representar algo bien confuso: el socialismo del siglo XXI. Chávez no dejó nada escrito, una doctrina clara. Nadie sabe con claridad en que consiste el socialismo del siglo XXI.
No nos alegremos antes de tiempo porque Maduro parezca el presidente ideal para que la oposición llegue al poder, quizá nos acercamos a una situación peligrosa cuando nos preguntaremos: ¿dónde está el piloto?, al ver como el país se escapa de las manos.
De nada le servirá a Maduro radicalizar su discurso porque sus verdaderos enemigos están a su lado, arriesga pasar a la historia como un mal candidato y un peor presidente, sin que hayamos conocido realmente al verdadero Maduro, condenado a fingir lo que no era, la reencarnación de Chávez. Quizá le iría mejor a Maduro si intentara ser Maduro, en vez de asumir un papel que no le cuadra. Por ahora dentro del chavismo bulle un debate explosivo y malintencionado.
Maduro y el PSUV continuarán por el camino que los lleva a una crisis peligrosa incluso para la oposición. El chavismo votó desganado por Maduro, no está unido como le ocurría antes a la oposición. Maduro atribuye el descenso en la votación a muchas causas sin señalar a él mismo y al máximo responsable: Hugo Chávez que escogía mal a sus colaboradores y ministros y que durante 14 años volvió a los líderes chavistas enanos políticos.
Maduro si quisiera que la electricidad no fallara y superar el desabastecimiento tendría que privatizar y llamar de nuevo, por ejemplo, a los técnicos que botó de Corpoelec, es decir abandonar el discurso revolucionario. ¿es esto posible? No.
En Aporrea, la página web chavista, numerosos artículos explicaban la derrota acusando a un montón de burócratas ladrones que se enriquecen a costillas del estado, reconociendo la existencia de los célebres “enchufados”. No hay meritocracia chavista.
Maduro nunca contratará técnicos franceses o alemanes por no decir norteamericanos, para trabajar en Corpoelec o en la CVG, o a los propios venezolanos formados por Edelca; seguirá buscando asesoría de países hermanos que nunca han manejado una planta como Sidor, o la represa del Guri, amen de que los mismos chinos no trabajan por amor al socialismo.
Se requiere mucha paciencia en la oposición para enfrentar la situación del país, la verdadera tarea es ganarse a dos millones de chavistas y volverse una mayoría aplastante. No es fácil, pero tampoco imposible, quizá baste con esperar a que caiga la fruta madura del árbol
Probablemente al leer estas líneas ya Maduro escogió a sus ministros. Será el primer signo del futuro que nos espera, ¿un giro a la derecha? ¿Qué le queda? Volverse un capitalista que hable como Lenin y actúe como Bill Gates.
La fruta está madura. Pero, una advertencia, todavía no sabemos quién es el verdadero Nicolás. Su padre espiritual dedicó los primeros años de su gobierno a sacar del gobierno a los que habían sido sus compañeros del alma. Los abrazaba, les juraba amor eterno y los traicionaba. A todos les tomó el pelo.
Fausto Masó