«Tenemos» patria. ¿Leyó bien? La tienen. Se refieren a ellos. Usted siga esperando la suya
La cobardía es un vicio. Anula el valor. Es incapaz de encarar consecuencias. Con insolencia el gobierno se exculpa de la escasez, crimen, hospitales finados, de un sistema eléctrico achacoso y desde hace tres períodos presidenciales nadie más que ellos manosean las arcas del Estado, nadie más. Expropiaron el dólar, el oro, la moral. Politizaron lo castrense, comicial, policial, jurídico y colocaron gigantografías de sí mismos, para recordarnos que controlan todo.
La culpa fue primero de Globovisión, antes del imperio y ahora es la derecha. Cuesta creer que gasten tiempo ideando esas necedades y, más, que la gente las crea. Pero, la verdad es, que la negligencia y maldad no son venenos que un rival pueda inocular. Es una condición cuya responsabilidad es sólo de quien decide convertirla en su manera de proceder. Son incapaces deliberadamente.
Le hacen creer al pobre que debe esperar indefinidamente una mejor vida, porque «tenemos» patria. ¿Leyó bien? La tienen. Se refieren a ellos. Usted siga esperando la suya. Es perverso haber tenido tanto recurso para hacer y ver ahora desde arriba, como los venezolanos quedaron para caerse a empujones en los abastos y agarrar primero aceite o papel. Castigaron a los ciudadanos con sobras. Nos han sentenciado a vivir miserablemente. Cada vez con menos. Asustados, desconfiando de quienes están cerca, cuando, en el poder, están realmente nuestros victimarios y autores intelectuales de este fracaso.
Después del apagón sacaron el caletre oficial del sabotaje y quienes entorpecen el desarrollo de Venezuela son quienes hace veinte años se arrimaron a ese samán. No pretendían sacar corruptos sino sustituirlos. Quitarle a los ricos, no para darle al humilde, sino para quedárselo ellos. Desde que llegaron es cada vez más larga la lista de lo que nos falta. Un algo o peor aún, un alguien.
Arrebataron de las despensas la comida y la capacidad de crear. Destruyen y nosotros no podemos restaurar tampoco. Se nos va el tiempo en descifrar cómo resistir aquí. Agobian tanto que cuando toca exigirles, ya no hay energía. Un socialista, de los de verdad, lo dijo: la obra educativa que más urge es la de convencer a los pueblos de que su mayores enemigos son los hombres que les prometen cosas que jamás tenían pensado cumplir.
Carla Angola
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