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Insolencias que hieren, angustian y arruinan

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Insolencias que hieren, angustian y arruinan

 

 

El ejercicio de la política, no siempre se aplica basado en el respeto que refiere el discurso expuesto por la propaganda que se hace a toda voz. Sobre todo, en el curso de eventos políticos organizados para lucir el potencial de fuerza que emplea todo régimen político para actuar en virtud de la coerción que le permite la legislación.

 

 

Sin embargo, hay ocasiones en que cualquier gobierno, indistintamente de la ideología que sigue su praxis y oratoria, el ejercicio de la política excede los límites que marcan los contextos en los cuales deben reinar valores que exaltan la ciudadanía. Que aluden al ejercicio de la justicia, la solidaridad, la democracia y la responsabilidad.

 

 

En general, excesos que apuntan a desconocer los derechos humanos, la ética y el pluralismo político, terreno éste en el que resulta beneficiada toda persona en tanto sea parte activa de la comunidad a la cual circunscribe sus capacidades y potencialidades. Sólo que así no suele ocurrir.

 

 

Pero en el ejercicio de una política que raya con el autoritarismo o el totalitarismo, con la demagogia o el populismo extremista, es frecuente advertir momentos en que la falta de escrúpulos es el vehículo empleado para atropellar derechos humanos, ciudadanos, políticos, económicos, y de toda factura.

 

 

Estos regímenes, ni siquiera, se toman el compás de tiempo para disimular lo absurdo en que cae la narrativa utilizada cuando de ofender y amenazar trata el discurso. Es decir, no existe disimulo posible que pueda reducir el tamaño de las insolencias vociferadas.

 

 

Aunque lo peor de todo, es que dichos momentos son provechado insanamente por los gobernantes de turno para desenfundar la soberbia o prepotencia que tienen como armas para su “defensa” ante las verdades y reclamos que exponen quienes contrarían sus infundadas percepciones de las realidades. Justo ahí, disparan con el mayor cinismo que lacera. Y que aniquila.

 

 

Caso Venezuela

 

 

Lo que ha venido observándose en cuanto a lo que en los últimos tiempos ha acontecido en Venezuela, a consecuencia de los señalamientos de la Corte Penal Internacional, CPI, pone de bulto la situación que arriba expone esta disertación.

 

 

La mayor desvergüenza del régimen socialista venezolano, ha sido demostrado en la cuestionada inhabilitación oficiada indirectamente, quizás por miedo gubernamental, a la ciudadana María C. Machado.

 

 

La intención de tan escurrido texto, plagado de imposturas que se corresponden con una disposición estampada por la inconstitucionalidad dominante o sellada por la arbitrariedad campante, además de esconder el pavor que la euforia del venezolano ha provocado en el resto de la población esperanzada por un cambio de gobierno nacional, es el desvío de la atención de la ciudadanía ganada a apoyar la oferta política del movimiento político-partidista Vente Venezuela.

 

 

En medio de tanto impudor, propio de un régimen opresor como el venezolano, los problemas han alcanzado tal nivel de peligrosidad, que la violencia se convierte en el argumento que el oficialismo, está buscando emplear. La violencia vuelve a ser vista como el escenario más inmediato en el cual el régimen sabe diligenciar su cobardía.

 

 

En la represión, el régimen asomaría de nuevo la coerción que el poder le concede y permite. No obstante, ese género de respuesta, sería visto como “cuchillo para la garganta” del régimen, dada la necesidad de la CPI de aplicar la debida y necesaria justicia que dichas  situaciones requieren.

 

 

Entre el odio y el egoísmo aplicados, la ineficiencia y la corrupción practicada como criterio de poder, cabe preguntar ¿hacia dónde pretende el régimen bolivariano llevar a Venezuela? (¿dónde quedó el legado de Bolívar?) Y si a esto se le suma el carácter insolente e indecente que adorna las declaraciones de los gobernantes revolucionarios, no queda otra destino qué pensar sino en la defenestración que le espera al régimen. Pues la población parece haberse cansado de ser pendeja. De ahí que los venezolanos claman por nuevas realidades. Se cansaron de aguantar, pasiva y resignadamente del régimen represivo, insolencias que hieren, angustian y arruinan.

 

 

Antonio José Monagas

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