Hay vida prometedora para la alternativa democrática, vista en la perspectiva de los días próximos a venir; no hay vida larga para la corrupción y la podredumbre del diosdadomadurismo, que ya está agotado y genera rechazos no solo en el campo opositor, sino en las bases del chavismo decepcionado por un comunismo impregnado de perversidades contra el patrimonio público, lo que ha creado una boliburguesía multimilmillonaria y una burocracia que se enriquece groseramente, al mismo ritmo en que empobrecen al país. Vida para el cambio, fin para lo agotado y podrido.
Son numerosos los venezolanos preocupados por los conflictos en la Mesa de la Unidad, que ya son hecho público. Por supuesto que hay razones para la preocupación, cuando deberíamos estar ocupándonos de atender la Venezuela preterida por quienes debiendo gobernar no hacen otra cosa que robar, robar esperanzas y calidad de vida, robar bienes públicos.
A mí no me agradan estos conflictos y la pérdida momentánea de la brújula, pero entiendo que es algo políticamente inevitable y pasajero, de lo que ha de salir una alternativa fortalecida. Es una crisis coyuntural y, en consecuencia, una oportunidad para crecer. La fuerza de la alternativa democrática tiene claridad del objetivo medido en dos tiempos: primero, salir del desgobierno ineficiente y corrupto, violador de derechos humanos y sepultador de instituciones constitucionales; segundo, marchar juntos como alternativa democrática para la reconstrucción del país y siembra de esperanza.
Soy profundamente optimista frente al devenir de la unidad de las fuerzas del cambio, frente a la acción contundente y no lejana de la alternativa democrática. No queremos aborto, pero si un parto próximo, el nacimiento de una fuerza entusiasta para luchar a fondo contra la opresión, por la democracia y la libertad.
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