Gustavo Coronel: Alberto Quirós Corradi: 10 Años de su muerte

Gustavo Coronel: Alberto Quirós Corradi: 10 Años de su muerte

 

Alberto Quirós Corradi (1931-2015)

Espero firmemente que llegue el día en que en Venezuela se dé el debido reconocimiento a nuestros héroes civiles. Ese día habrá plazas y parques con los nombres de Uslar Pietri, Picón Salas, Briceño Iragorry, escuelas con los nombres de Isaías Ojeda y Rafael Vegas, hospitales con los nombres de Enrique Tejera Guevara y Arnoldo Gabaldón. Los venezolanos podrán visitar el Museo Jesús Soto y el Conservatorio Antonio Lauro. Como sucede en Lisboa, donde uno puede sentarse a tomar un café junto a una hermosa estatua de Fernando de Pessoa, en Caracas o Valencia los venezolanos del futuro podrán sentarse junto a una estatua de bronce de Rafael Cadenas o Rodolfo Izaguirre.

Habrá calles que llevarán el nombre de Franklin Brito, grandes avenidas llevarán el nombre de Andrés Eloy Blanco, el aeropuerto internacional Rómulo Betancourt recibirá a nuestros visitantes e iremos a ver deportes al Estadio Andrés Galarraga.

En esa Venezuela donde los héroes civiles tendrán su lugar, donde los padres civiles de la patria serán objeto de tanta veneración como sus héroes a caballo, también serán justamente reconocidos los gerentes petroleros que dieron lustre a nuestra industria, que la colocaron al nivel de las primeras del mundo.

La razón es sencilla: la grandeza de un país se nutre de la grandeza de sus hijos. Ningún país es producto de un hombre o una mujer. Venezuela no es sólo Bolívar, Bello y Sucre.

Cuando finalmente surja esa Venezuela de los grandes héroes civiles, los empresarios petroleros ocuparán el lugar que les corresponde. Y entre ellos, Alberto Quirós Corradi estará a la vanguardia.

Fui su amigo durante más de 50 años, desde que lo conocí en Lagunillas en 1962 hasta su muerte en 2015. Lo conocí cuando vino a ver un tocadiscos portátil que yo estaba vendiendo porque me enviaban a Indonesia y no podía llevármelo conmigo. Ese tocadiscos, por cierto, seguía funcionando treinta años después.

La trayectoria de Alberto en la industria petrolera fue ejemplar, pues empezó cargando tuberías en La Concepción y llegó a ser presidente de Shell Venezuela, Maraven y Lagoven. Hubiera sido presidente de PDVSA de no haber sido por la llegada de la política a la empresa.

En todo caso, Quirós Corradi representó un ejemplo extraordinario de la movilidad social que caracterizó a Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. Salió de una Maracaibo de clase obrera para formarse en la Universidad del Zulia, el Politécnico de Londres y la Universidad de Cornell.

Pasó de cargar pipas en La Concepción a presidir las empresas más importantes de Venezuela en ese momento. Cenaba con presidentes y reyes sin abandonar nunca a sus amigos de adolescencia de los barrios más modestos de Maracaibo, con quienes compartía frecuentes domingos de billar y box en el Nuevo Circo de Caracas. Lo sé porque fui uno de sus frecuentes compañeros y rivales de billar. Alberto era una extraordinaria combinación de sencillez venezolana y sofisticación intelectual. Durante casi una década publicó un libro anual que contenía sus ensayos sobre los más diversos temas sociales y políticos, a uno de los cuales tuve el placer de escribir el prólogo.

Al momento de la nacionalización recibió una oferta del Grupo Shell para incorporarse a esa empresa en el exterior pero decidió quedarse a trabajar en PDVSA. Pudo haber llegado a ser el número uno de esa gran empresa internacional, ya que Shell de Venezuela estaba en el camino preferido para ascender a esa posición (Loudon, Pocock).

En un plano más frívolo, Alberto era un gran catador de vinos. Tenía una cava en su casa de La Lagunita, a la que yo iba a menudo, acompañándolo a elegir la botella que beberíamos ese día. Recuerdo haber visto allí los vinos más destacados, aunque no puedo precisar los años. Prefería los vinos de Borgoña, especialmente los Pommard y Gevrey Chambertain (tintos) y los Corton Charlomagne (blancos), preferentemente de la casa de Jules Regnier, aunque reconocía la supremacía última de los grandes vinos de Burdeos y apreciaba algunos grandes vinos italianos.

Tuve la suerte de tener grandes amigos durante mi juventud y mi vida profesional. Siento que cada uno de ellos me tomó de la mano para hacerme mejor. En orden cronológico: Antonio Pasquali, Alberto Quirós Corradi, Pedro Pick, los tres ahora ausentes pero siempre en mi recuerdo y en mi corazón. Luego, he tenido la gran suerte de tener otros amigos, tanto hombres como mujeres, que forman mi legión de ángeles guardianes y por cuya amistad siento una inmensa gratitud.

Los últimos años de Alberto le demostraron todo lo que valía. Obligado a tener largas sesiones de diálisis tres veces por semana, en medio de dolores y molestias, algo doloroso para alguien que había sido muy activo, decidió desafiar su situación inscribiéndose en la UCV para realizar un posgrado (maestría) en ética, el cual obtuvo. El día que lo recibió me envió un correo electrónico diciendo: “Y ahora, voy por el doctorado”. La muerte intervino.

A menudo recuerdo a Alberto, como hoy, y me consuelo pensando que, cada vez que lo hago, lo devuelvo a la vida.

 

Gustavo Coronel

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