Eso no se hace

Eso no se hace

A mi papá

Eso no se hace». Así comenzaban muchos de los regaños de nuestra infancia. Parece mentira los efectos que esa única y poderosa oración tenía en la formación de nuestra conducta. La misma aplicaba como una simple reprimenda al dejar desordenada la casa, gritar delante de la visita, no estudiar lo suficiente, jugar con la comida, no parar ni un instante, decir una mentira, una palabrota o una imprudencia. A veces el término venía acompañado de una «pelada de ojos» que te hacía intuir que «lo que venía era duro», pero lo peor de todo era cuando aplicaban el temido «pellizco» disimuladito de efectos «inmediatos» por aquello de «la acción y reacción».

 

El tiempo fue pasando y el «eso no se hace» se fue transformando en una advertencia razonada. No se roba, no se mata, no se hace daño a otra persona sobre todo si es ex profeso, no se miente, no se insulta y un largo etcétera que fueron conformando nuestro esquema ético de principios y valores. Cuando fuimos creciendo cada «no se hace» era motivo de una reflexión del porqué, efectivamente, debíamos tener un buen proceder. Pero sin duda alguna la mejor forma para internalizar el «eso no se hace» era el ejemplo de esos hombres y mujeres que en nuestras casas o en nuestros colegios nos formaron. Su forma de actuar de manera correcta, apegada a los principios era sin duda la manera más idónea de orientarnos.

 

Siempre ha existido el bien y el mal, pero a pesar de la crisis de valores que ya venía gestándose antes era más fácil discernir qué era lo bueno y lo malo. Ahora todo está más complicado. En la Venezuela de estos tiempos, ésta en la que los diálogos de una serie televisiva como El Capo o el Patrón del Mal se confunden con lo dicho en una grabación en la que más que de política se habla de «reparto de botines» entre grupos de poder, de cómo conservarlo y básicamente tratar de «fregar» al prójimo pero al mismo tiempo se exponen ante todos con una cara «dura» de supuesta honestidad y poseedores de unos «valores superiores», el bien es mal visto, es una «pistolada» y «el mal» es simplemente lo que se le endilga a quienes no se cuadran con los jefes inescrupulosos.

 

Es en estos tiempos que más agradecemos a nuestros padres y maestros habernos dicho en su momento «eso no se hace», pero más aún que su ejemplo siga vivo todos y cada uno de nuestros días. Ustedes son el país decente y digno que queremos que nuestros hijos hereden. Sabemos que no es fácil y que eso tiene su costo. Nadar contra corriente nunca lo ha sido. Pero debe sentirse muy bien llegar a viejos, poder dormir tranquilos y tener aún la frente en alto.

 

mariaisabelparraga@gmail.com

 

Fuente: EU

Por María Isabel Párraga

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