El verde oliva…

El verde oliva…

Tanto verde oliva en la realidad nacional no puede leerse de forma bucólica como el cuento de la unión cívico-militar, que el pueblo y sus Fuerzas Armadas están atadas por el lazo de la patria, los nudos de la revolución y el recuerdo del Comandante eterno. Eso suena bonito y está bien para los discursos cada vez más aburridos de Maduro pero tanta bota, charreteras y chapitas en cada uno de los ámbitos de la vida cotidiana del venezolano lo que indica es la toma del poder, el control total, la minimización de lo civil y más aún de lo cívico y civilizado. La pregunta es si el mandatario en cuestión manda o hace el mandado. O lo que es lo mismo si usa los fusiles como bastón o es él es bastón de los armados.

 

O de manera más explícita si es Maduro el que está en el poder o éste ya lo cedió a una cúpula de uniformados. Y es que quienes están esperando una jugada tipo Argentina, la Chile de Pinochet o más aún la de las intentonas del 4 de febrero de nuestros tormentos o del 27 de noviembre de aquellos años que «vivimos en peligro» (pero nunca tanto como ahora) se van a quedar con los «crespos hechos». Ya las cosas no se hacen así. Además no hace falta. Si bien Chávez arrancó con el proceso de militarización del país tuvo el «olfato político» y básicamente el liderazgo para mantenerse en el poder anclado en su carisma y la montaña de petrodólares, pero dejando bien claro que el que gobernaba era él.

 

Era él el que repartía el mando entre sus acólitos civiles y sus panas de uniforme y de ésta manera mantenía el país en un equilibrio muy particular y perverso pero sin que ningún grupo se alzara sobre el otro porque eso hubiera significado arremeter contra el mismo líder único e indiscutible. Siendo ahora sólo un recuerdo exacerbado por el régimen para tratar de mantener la cohesión de su militancia, lo que queda además del desastre económico es lo que tradicionalmente ha privado en la vida nacional salvo pocos paréntesis como los 40 años de democracia del Siglo XX: los militares…

 

Sin embargo, nos negamos a asumirnos con el «sino histórico» según el cual hemos sido, somos y seremos una eterna Capitanía General. Hubo una vez que vivimos en un esquema que si bien era totalmente perfectible y cayó en desgracia por el mal manejo de sus líderes, llegó a ser tan envidiado que se exportó a otras naciones del continente como el «buen ejemplo».

 

Los militares deberían estar en la misión de defender la soberanía que últimamente tan maltrecha está. Que no se les olvide ni a ellos ni al señor Maduro que en teoría ésta reside en el pueblo. Por lo menos eso es lo que dice la Constitución… ¿Qué ingenua no? Ahora viene una Habilitante…

 

mariaisabelparraga@gmail.com

Por María Isabel Párraga

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