Cuando llegó por azares del destino, ideología, cercanía al líder y más aún gracias a esa suerte de Rasputines en los que se han convertido los hermanos Castro, muchos en medio de la ingenuidad y\o buenos deseos (o ambos inclusive) pensaron que si se daba una transición esta estaría orientada hacia la concertación, la paz y la tan ansiada reconciliación nacional. La verdad es que si bien la retórica del personaje tenía el natural tono revolucionario, su talante parecía más sereno y, por qué no decirlo, diplomático. Su figura de canciller y los contactos que en ese cargo había establecido le daban un barniz de apertura que lo proyectaban como el hombre a liderar la necesaria concertación nacional, pero no fue así. Todo lo contrario. Lo diplomático se le quedó en la oficina de la Casa Amarilla. A partir de su asunción autogestionada lo que hemos vivido es una andanada de insultos y amenazas. Pero aún así todavía algunos pensaban que cuando asumiera el interinato todo cambiaría.
Como una especie de «purgante» muchos asumieron lo sucedido el 10 de enero con la «no juramentación» y su evidente inconstitucionalidad como el precio que había que pagar para estabilizar medianamente a la nación en medio del vendaval político y, sobre todo, el económico. Pero, por lo general, lo que mal comienza peor termina y esta no podía ser una excepción. La duda constitucional fue repelida con prepotencia e insultos. Si en el Líder el discurso agresivo era una impronta, en el «asumido» es tan sólo una pésima copia. Y es que allí está el detalle, Chávez es auténtico. Tú puedes tener una visión diametralmente opuesta y rechazar todo su proyecto político, pero nadie podrá dudar de su carisma y conexión con los sectores populares.
El «asumido» quiere imitar lo peor de su mentor y al hacerlo se convierte en una caricatura mal elaborada. Es así como su oportunidad política se está convirtiendo en su propio barranco y aunque en los próximos días llamen a elecciones y se convierta en el candidato, tanta torpeza junta puede convertirse en lo que pudo haber sido y no fue.
No sólo estamos hablando del discurso agresivo y tono destemplado sino de la visión de país. La Venezuela que «pinta» el sucesor es de odio y fracaso, de violencia y de atraso. ¿Queremos eso?
Más allá del perfil del delfín está el manejo que él hecho de la realidad en relación a la enfermedad del líder. Suena tanto a mentira, a falsedad, a guión orquestado y potenciado que el terreno que están pisando se está tornando muy peligroso. A la gente no le gusta que le mientan y más aún si han sido fieles al proceso. En eso estamos. En ese punto en el que todos intuimos que nos mienten y nos preguntamos ¿hasta cuando? Mientras más tarde lo haga será peor… ¿Están a tiempo?
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Fuente: EU
Por María Isabel Párraga