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El populismo: Obama, Chávez y Trump

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El populismo: Obama, Chávez y Trump

La polémica en torno al concepto de «populismo» surgida entre los presidentes de México, Peña Nieto y de Estados Unidos, Barack Obama, carecería de interés si se tratara de una mera contradicción retórica producto de un problema de interpretación y/o de traducción. En realidad la diferencia entre el término «popular» y el vocablo «populista» son más que evidentes y no es el caso dedicarse a definir aquí ambos términos. Pero el asunto va más allá porque cuando Obama defendía el «populismo» se refería a lo «popular» y ciertamente desde una parte del espectro político se ha jugado con las palabras en cuestión para convertirlas en sinónimos. De manera que Obama y sus políticas sociales se caracterizan como una forma del «populismo» cuando en realidad se trata de programas animados por un marcado acento popular y reivindicativo.

 

 

 

Pero el justo reclamo del saliente presidente norteamericano no está dirigido solo a demostrar su preocupación por el bienestar de los más vulnerables y tratar de hacer realidad su fijación con el tema de la desigualdad, al fin y al cabo un compromiso adquirido con diversas minorías y que, en algunos casos, no pudo cumplir a cabalidad por el obstruccionismo de los republicanos. La carga era de profundidad y tenía como blanco, en realidad, a Donald Trump: «Las personas que nunca se han preocupado por un trabajador, que nunca han luchado por cuestiones sociales, no son de la noche a la mañana populistas porque digan algo controvertido para obtener votos. Eso es más bien xenofobia o, aún peor, es cinismo. Tengan cuidado de etiquetar de populista a cualquiera que emerja en una situación de ansiedad. Pregunten dónde ha estado, si ha luchado por el bien del trabajador, si ha creado oportunidades para otros».

 

 

Pero quizás se quedó corto, porque el populismo se encarna en un líder carismático, no importa si es de izquierda o de derecha, que seduce a las mayorías con un discurso excluyente y demagógico. Así, en el ínterin y bajo el pretexto del cumplimiento de la voluntad popular se lleva por delante las normas democráticas, pregona la liquidación del adversario, destruye el aparato productivo y genera unas expectativas de grandeza y prosperidad que nunca se cumplen. En ese caso son los sucesores de esos caudillos iluminados quienes pagan los platos rotos de una sociedad que se vuelve contra ellos con la misma pasión con la que los apoyaron. Ese no es, entonces, el «populismo» de Obama, pero sí fue el de Chávez (el mismo que está enterrando a Maduro) y el que podría aplicar Trump en caso de ganar las elecciones.

 

Roberto Giusti

@rgiustia

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