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El oficio de equivocarse a propósito

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El oficio de equivocarse a propósito

Los analistas políticos, encuestadores, astrólogos, lectores de manos o del tarot, intérpretes del I Ching o del tabaco y otros futurólogos también deberían firmar un pacto previo a las elecciones: el que se equivoque en sus profecías se obliga a utilizar su primer análisis pos-electoral para pedirle perdón a aquellos que les creyeron.

 

Sería justo y necesario. Cada vez hay más gente cansada de que quienes presumen de pitonisos utilicen las cabezas ajenas para armar tinglados, instalar carpas de circo, cincelar castillos de hielo, montar maquetas de fantasía, dibujar mapas del tesoro, cuestiones que tienen en común traducirse luego en dolorosas decepciones, ilusiones batuqueadas contra el piso, choques a 100 por hora -sin airbag- contra la realidad.

 

Algunos tienen la mínima decencia de admitir que el resultado les cayó a ellos también como un mandarriazo en el dedo gordo. Otros, ni eso. Se hacen los locos de esa forma desenfadada y elegante, típica de su estilacho de vida.

 

La politóloga Prodigio Pérez piensa que debería haber sanciones contra los equivocados, en especial los contumaces. «Podría servir de escarmiento obligarlos a pasar tres meses sin hablar gamelote en la TV y sin escribir boberías», dice.

 

Su colega Eva Ritz Marcano cree más útil condenar al analista pelao a que pida perdón, trate de explicar su error y reconozca el mérito de quienes sí acertaron. «No puede ser que se pasen semanas o meses dando pronósticos, jurando por un puñado de cruces que va a ocurrir esto o aquello y luego, cuando todo sale al revés, ni siquiera les tiemble un ojo y, por el contrario, reaparezcan con caras de profesionales de éxito, como si equivocarse a propósito fuera un oficio digno».

 

Son cosas raras de la política. Si esto le pasara a un pronosticador hípico, rápidamente los apostadores decepcionados (y arruinados) lo harían tragar tierra recolectada en las caballerizas. Pero en el campo político, mientras más se equivocan, más seguidores tienen en Twitter.

 

La razón es sencilla, coinciden Prodigio y Eva: los analistas dicen antes de las elecciones lo que la gente desea oír, aunque sepan que es falso. La relación que se establece entre los expertos desenfocados y su público ávido de engaños es un poco retorcida. Pero, ¡vamos!, qué importancia tiene eso: ¿acaso hay alguien normal por estos lares?

 

Bueno, para que nadie diga que esbozo ideas y no las asumo, anuncio que si los resultados del domingo me hacen caer por un barranco, escribiré un artículo reconociendo mi ineptitud como intérprete de la realidad política. Les concederé públicamente la razón a quienes acierten y no fastidiaré más a los lectores al menos por seis meses. Lo prometo, lo garantizo, lo aseguro.

 

clodoher@yahoo.com

 

 

Fuente: EU

Por Clodovaldo Hernández

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