Situaciones límites pueden llevarnos a medidas extremas que en condiciones normales nunca hubiéramos pensado que se pudieran registrar.
La semana pasada, al mejor estilo de la llamada «publicidad guerrilla» en la que un grupo de personas contratadas para promocionar un producto toma una calle mientras se pone en rojo el semáforo y levantan pancartas alusivas a lo que se quiere dar a conocer, estaba un ciudadano que ha podido ser cualquiera, tú o yo, o tu vecino. Resulta que este personaje (armado con un letrero escrito por él) se cansó de esperar que alguien lo representara, lo convocara o hablara por él y quiso expresar el paroxismo de su descontento: «en este país de la suprema felicidad no consigo harina para hacer arepas».
Pero si esto resulta no sólo extraño y lamentable lo más paradójico fue la reacción de la gente. Quiero pensar que fue estupor más que desidia o impacto más que indiferencia, pero más allá de una corneta mal parada, quizás para que el «el hombre que llegó al límite» se montara en la acera y una que otra señal de aprobación de otro que pasaba por allí, la gran mayoría hizo como si «nada estuviera pasando». Y es que sin querer caer en análisis sociológico para lo cual no tenemos herramientas ni conocimiento, si algún extranjero hubiera caído en un paracaídas justo allí, en ese momento, lo menos que pudiese haber pensado es que estamos todos locos, que ese país está muy mal o todas las anteriores.
Que dos señoras se entren a golpes por un papel de baño, que la gente haga cola desde el día anterior para conseguir un pollo, que la leche la estén vendiendo a 10 bolívares la cucharada y que «en cuestión de horas» el dólar que no se nombra siga subiendo a niveles inenarrables mientras quien se dice el líder lo que está pendiente es de «distraer» haciéndose el loquito que ve pájaros, fantasmas y declara guerras inexistentes nos habla de una situación en la cual no sólo podemos presenciar cosas tan extrañas como «el hombre que llegó al límite» sino el peligro de estar asistiendo a otros eventos mucho peores que nadie desea.
El régimen luce paralizado ante la realidad y su única respuesta es la represión. Esta puede generar temor en una primera instancia pero cuando el «hambre aprieta,» no hay reflexión que valga. Están jugando con fuego. Hay quien apuesta que sería a propósito para provocar una «salida» que los libere de responsabilidad. Otros que simplemente no saben qué hacer con este rollo-país. Sea por desconocimiento o por mala intención lo cierto es que esto se está deteriorando por minutos. «El hombre que llegó al límite» seguramente es la expresión de lo que muchos deseamos hacer, así sea por el gesto de «hacer algo» en medio de esta inmensa nada que se está «tragando» el país y nuestro futuro.
mariaisabelparraga@gmail.com
Por María Isabel Párraga