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El drama económico

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El drama económico

Destrucción del aparato productivo interno, la inflación más alta del mundo, desabastecimiento, deterioro del poder adquisitivo del salario, desempleo, quiebra de empresas públicas y privadas, endeudamiento interno y externo, devaluación, dependencia de las importaciones, exagerada dependencia del petróleo, son apenas algunos de los síntomas de la catástrofe económica que se ha producido en nuestro país. Las consecuencias sociales y políticas de esa catástrofe son fáciles de percibir.

 

El modelo rentista petrolero, que había colapsado hace más de treinta años, el viernes negro de 1983, fue mantenido vivo artificialmente por los sucesivos gobiernos y llevado a su más escandalosa expresión en los últimos años, gracias a la elevación de los precios del petróleo en el mercado internacional de menos de diez dólares en 1998 a alrededor de cien dólares, en los últimos años.

 

Me he propuesto siempre hablar más de soluciones que de diagnósticos. La solución de nuestro drama económico pasa por enunciados muy sencillos: producir más y producir mejor, disciplinar el gasto público. Incrementar el ingreso de dólares y administrarlos con mayor eficiencia. Fortalecer el aparato productivo interno. Estimular las inversiones, tanto públicas como privadas. Acabar con el modelo estatista y rentista. Liquidar los controles artificiales de cambio y de precios de bienes y servicios. Rescatar a la industria petrolera. Producir más barriles de petróleo sin dejar de defender los precios. Producir miles de bienes que estamos importando y que podríamos producir en Venezuela, con lo cual nos ahorraríamos una significativa cantidad de dólares.

 

Mejorar la educación y atender la deserción estudiantil. Centenares de miles de jóvenes venezolanos abandonan el sistema educativo porque no les enseña nada útil y terminan encontrando como única fuente de empleo la delincuencia y el crimen.

 

Asumir un programa ambicioso de “educación para el trabajo” para asegurar empleos decentes, productivos, bien remunerados y estables a esa formidable fuerza de trabajo y de inteligencia que representa la juventud venezolana. Para todo eso requerimos abandonar dogmas arcaicos y fracasados y buscar gente competente que asuma la tarea.

 

Seguiremos conversando.

 

@efernandezve

Por Eduardo Fernández

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