El Culto a las Encuestas
mayo 8, 2014 12:16 pm

Decidir es un una habilidad y un arte. Todos nacemos con la habilidad, es clave para la supervivencia. Hasta los animales más básicos deben decidir entre huir o pelear guiados por sus instintos. En los humanos a los instintos, que siguen privando, se le agrega la razón y la moral.

 

Todas decisión contiene en si misma sus consecuencias. Lo que somos hoy es resultado de las decisiones que tomamos previamente. Eso vale para individuos, familias, empresas o países. Los fabricantes de carburadores que no se mudaron a inyectores yacen en el mismo cementerio que los fabricantes de cámaras instantáneas.

 

La habilidad de decidir, como toda habilidad, se mejora con la práctica. Los que la ejercen constantemente pueden convertir el proceso de decidir en un arte. Como todo proceso, la calidad de sus productos depende de dos cosas: calidad de insumos y calidad del trabajo que los transforma en resultados. Una buena decisión depende de la calidad de la información que se recibe tanto como del talento y experiencia del sujeto decisor. Una buena decisión genera buenos resultados. Un resultado bueno es aquel cuyo impacto es positivo para los objetivos e intereses del decisor. He dejado por fuera de estas consideraciones las variables irracionales del proceso, que me temo son las que usualmente se imponen. Demás esta agregar que mientras más responsabilidad tenga el decisor mayor será el impacto de lo que decida. Estoy pensando en el presidennte Maduro, claro está.

 

He dicho todo esto para resaltar el valor que le doy a las consultas científicas de opinión que desarrollan las encuestadoras serias, cuyos resultados son insumos de primer orden para los grandes decisores políticos y económicos.

 

Pero las encuestas también son peligrosas, sobre todo cuando se convierten en objeto de culto. Las encuestas tienen importantes limitaciones, muchas inclusive destacadas por los propios encuestadores. Las encuestas miden percepciones, no realidades. Si se impone el control total de los medios y se ocultan cifras oficiales se puede llegar a imponer la percepción de que la seguridad está mejorando aún cuando eso no fuese cierto.

 

La gente miente, tiende a decir lo políticamente correcto: por eso según las encuestas la cantidad de la gente que dice votar, reciclar, consumir alcohol moderadamente, respetar señales de tránsito, etcétera, es notablemente mayor de quienes efectivamente lo hacen.

 

Las encuestas siempre son una foto del pasado, y lo que viene tal vez sea muy diferente a lo que ya pasó. Si los Steve Jobs que han habido hubiesen decidido en base a las percepciones del momento jamás hubiésemos tenido el iPad, o el teléfono, el televisor o los bolígrafos. Y en política eso es más grave, decidir en base a encuestas es como manejar mirando por el retrovisor. Cuando Chávez lanzó el socialismo era la más impopular de las nociones del pensamiento político venezolano.

 

Las encuestas solo miden coyunturas, el corto plazo; pero las decisiones serias de alto nivel siempre deben ser estratégicas, con la mirada en la historia. Porque no siempre las personas quieren lo que conviene: una encuesta sobre subir la gasolina, probablemente tenga resultados negativos, pero el déficit en las cuentas que supone decidir en consecuencia lo paga con creces los propios reacios. Ninguna opción política puede decir somos mayoría cuando lo correcto es ser prudentes aceptando que estamos en mayoría. Ser y estar es muy diferente.

 

Y finalmente decidir sólo porque algo es popular en euna encuesta puede rayar en irresponsable y hasta en criminal. No porque en un país una mayoría quiera una bota militar es lícito dar un golpe de estado. O no porque la gente rechace el matrimonio gay se debe condenar a esas parejas a no tener derechos civiles.

 

Es tan peligroso decidir en base a encuestas como decidir sin tomarlas en consideración en lo absoluto. Justo por eso nuestros políticos y estadistas deben convertir su habilidad en un arte.

 

Por Vicente Díaz