Con una inflación que puede ser mayor al 70% este año, más la acumulada del año pasado de 56%, una estructura del mercado laboral sumamente precaria y un escenario de crecimiento económico claramente recesivo, lo que nos espera para este 2014 es la continuidad y profundización del sufrimiento social.
Los pesados desequilibrios y su agravamiento por las posposiciones electorales, nos están llevando a un verdadero shock social de magnitudes similares a lo que fueron los costosos ajustes macroeconómicos de 1989, “El Gran Viraje”, o el de 1996 con el programa de “La Agenda Venezuela”.
Como hemos dicho en otras oportunidades, la diferencia entre este desajuste y los programas de ajuste anteriores estriba en que aquellos implicaron un reajuste que permitió, a la vuelta de unos meses, pasar a un ciclo de crecimiento económico y mejora de los ingresos de los hogares; mientras que el actual, por ahora, sólo promete recesión y sufrimiento social, teniendo como único beneficio de este sacrificio que el Gobierno siga haciendo las mismas cosas que nos trajeron hasta aquí.
¿Alguien sabe cual será la política para prevenir nuevas devaluaciones? Más allá de los llamados a la producción ¿cuáles son las medidas de incentivos a la manufactura, la agricultura o para favorecer el crecimiento del comercio y los servicios? Además de los ineficientes controles y leyes punitivas ¿nuestra economía algún día dejará de ser inflacionaria y defenderá la capacidad de consumo de la población más allá del expediente de las importaciones petroleras?
Pero, puede que aún más grave ¿se tiene algún plan o algún conjunto de medidas para amortiguar el impacto que semejante situación económica va a tener sobre los hogares de los venezolanos?
Es probable que años atrás el Gobierno nunca hubiera pensado que, como producto de su conducción económica, el país volviera a vivir situaciones donde la pobreza de ingreso, esa misma de la que se ufanaron por años de su reducción, creciera en un solo año entre cuatro o cinco puntos porcentuales y se colocara peligrosamente por encima de 40% de los hogares del país. Pues bien, y sin contar con estadísticas oficiales dado que estas fueron silenciadas por el INE desde el año 2012, los shocks inflacionarios de estos últimos dos años deben de haber catapultado las cifras de pobreza más allá de los 12 millones de venezolanos, y de ellos puede que ya sean cerca de 5 millones los que están pasando hambre.
¿Qué se hicieron las metas del Milenio? ¿Cuál es el saldo actual del compromiso de reducción a la mitad de la pobreza extrema? ¿Por cuanto tiempo más se ha de posponer aquellas promesas sociales que entusiasmaron a los partidarios del Gobierno?
Hasta ahora, la receta que está imponiendo el Gobierno para afrontar las dificultades sociales que están padeciendo los venezolanos, es desconocer que ellas existen. Se siguen refiriendo a situaciones pretéritas ya tan lejanas como el año 1999 o fechas de caos sociopolítico como 2003, para comparar que hoy se está mejor que ayer, cuando es probable que después de esta crisis de desajuste económico terminemos parados en un lugar similar a aquel que nos llevó a las agitaciones sociales de los años noventa o a los cambios políticos de principios de este milenio.
Aún cuando se pretenda vendar los ojos de los venezolanos, no se publiquen las cifras, se trate de acallar la critica o se descalifique todo intento de pedirle al Gobierno que rectifique en sus políticas, es menester hacerlo de quienes opinamos que vamos por el camino equivocado, retar al Gobierno proponiendo que, al menos en materia social, se desarrollen políticas nuevas que traten de frenar los efectos nocivos de lo que está pasando en la economía.
Cualquiera que sea la fuente, se está previendo una reducción del consumo de 5% y una desaceleración económica que en el mejor de los casos será de -1.5%. Este golpe económico será transferido completo a los hogares si no se monta con urgencia un nuevo conjunto de programas sociales.
Por ello es inaplazable, independientemente de la inconveniencia política de reconocer la recesión, que el Gobierno instaure un plan de subsidios a los sectores vulnerables que van a ver reducido su consumo de manera peligrosa, especialmente en materia alimentaria. Al problema del desabastecimiento general del país y particular de los sectores populares, se añade ahora la imposibilidad de adquirirlos, lo cual obliga que se desarrollen programas de abastecimiento y subsidios focalizados que atiendan a criterios de necesidad y no de visibilidad o recompensa política.
Así como la defensa del consumo de alimentos en las zonas populares es la forma de atender el problema social que esta provocando la crisis económica, otros asuntos que venían mal, al menos desde 2010 al presente, como lo es el fracaso escolar, la ausencia de escuelas para la educación profesional, la precariedad del empleo, así como el empeoramiento en la prestación de servicios sociales básicos de salud y seguridad social, todo ello obliga al lanzamiento de un verdadero programa de protección social, que supere y de al traste con las vencidas y sólo propagandísticas Misiones Sociales, para atender las necesidades esenciales y de corto plazo que esta imponiendo la crisis económica.
El proceso de desajuste económico que estamos viviendo obliga a que se le de prioridad a una agenda social de corto plazo, de emergencia, que trate de compensar los daños del presente y que sirva de base para acompañar la posibilidad, hoy negada, de crecimiento y bienestar. Si no hacen la tarea económica, al menos, que se comprometan a hacerlo bien en materia social.
No sabemos que tanto de autocrítica y recapacitación haya en el equipo de Gobierno para cuando a mitad o final de año las causas de los padecimientos de hoy sigan presentes y las represivas medidas económicas hayan demostrado, una vez más, su ineficiencia.
Tampoco sabemos qué nuevo velo de ignorancia tendrán que colocar delante de nuestros ojos para ocultar el padecimiento social de la gente. Lo que sí es cierto es que sin un programa social de emergencia y sin una nueva política económica que atienda las bases del desajuste, el padecimiento de la crisis continuará, quién sabe por cuantos años más.
Luis Pedro España N
Fuente: Emen