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El comandante crisis

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El comandante crisis

 

Para un gobierno que lo poco que entiende lo hace en clave militar, hay que insistirle que quien los asedia, quien los tiene contra las cuerdas, no es ninguna conspiración internacional, ni un enemigo épico. El gobierno esta en su fase terminal porque padece las consecuencias de la inmensa crisis que sus pésimas prácticas y peores creencias, incubaron desde hace muchos años.

 

 

 

No importa que tanto se equivoque quien se les opone, tampoco servirá de nada las pequeñas triquiñuelas que cada vez les cuesta más hacer y menos rendimiento les proporciona, menos los salvará de su salida del poder los desplantes, las groserías y el discurso gritón que los viste. Hagan lo que hagan, incluso si optan por no hacer nada (lo que parece ser el caso de los últimos meses), ni uno sólo del 80% de venezolanos que no los quiere y que harían lo que fuese para que dejaran de ser gobierno, cambiará de opinión, sufrirá una conversión por su desencanto con la oposición o volverá a apoyarlos como alguna vez lo hizo en el pasado.

 

 

 

El argumento del descontento circunstancial, de la perdida de apoyo por un ratico, del escoyo momentáneo producto de problemas coyunturales, no solo siempre fue falso, sino que ya es imposible de sostener por parte de esta élite cívico-militar interesada en creerse el cuento para seguir disfrutando de los privilegios.

 

 

 

Vamos para el cuarto año consecutivo de recesión y empobrecimiento masivo, ya perdimos 25% del producto interno. Nuestra recesión es la más aguda que haya podido tener cualquier país del continente. Hemos caído en términos relativos más de lo que cayeron las economías centroamericanas en la época de las guerrillas de los ochenta. Ni la crisis chilena de finales del gobierno de Allende, ni las catástrofes económicas de las debacles populistas de Perú y Bolivia, ni siquiera las tragedias económicas y humanas de los gobiernos militares del Cono Sur o Brasil, propiciaron una caída tan espectacular como la que ya tiene lugar en Venezuela. Cierto es que nuestro abismo es enorme porque ha tenido lugar justo después del segundo (y último, con toda seguridad) boom petrolero de nuestra historia, pero esto, lejos de servir de atenuante resulta más bien como un tremendo agravante, que nos recuerda que sólo una mezcla de inmensa ineficiencia y terrible corrupción, puede explicar esta caída.

 

 

 

Venezuela muestra retrocesos en los indicadores sociales que sólo epidemias y guerras son capaces de hacer retroceder. Nuestras universidades tienen caídas en sus matriculas que oscilan entre 15% y 30% en sólo un año. Cómo sabemos gracias a la encuesta de situación social hemos roto todos los récords de pobreza. Estamos viviendo situaciones sanitarias, nutricionales y de pérdida de años de vida que seguramente sólo son comparables con la Venezuela palúdica y analfabeta del siglo XIX.

 

 

 

Quien viene a Venezuela del exterior se consigue con el atraso del país y la vergüenza de unos venezolanos que no logran explicar porque su billete más alto es una fracción de un centavo de dólar, que quien venga podrá pagar nada en este país con sus medios de pago y que la única forma de que un visitante pueda sobrevivir en esta aldea premoderna llamada Venezuela es que algún local lo asista las 24 horas.

 

 

 

Somos la desgracia de América Latina, la constatación de sus fracasos pasados, el último en la lista en competitividad, seguridad y honestidad gubernamental. Carecemos de los instrumentos mínimos indispensables para salir por nosotros mismos de la crisis en la que nos metió esta absurda revolución. Los escasos productos que pueden importarse con la menguada renta petrolera, no pueden ser sustituidos, y mucho menos completados, con la producción y el trabajo de los venezolanos. El gobierno se empeño en destruir a su enemigo, al sector privado y a todos los venezolanos, algo logró, pero en lo que tuvo más éxito fue armar su propia inviabilidad.

 

 

 

Estamos al final de este gobierno. Su límite superior es un lejano diciembre de 2018. Pero de allí no pasan, allí terminan. Ni declarándose dictadores de facto sobreviven a esa fecha. El comandante crisis ya los derrotó. Ahora queda en nuestras manos adelantar lo mas posible su final, para que su obra de destrucción no haga más difícil revertir la desgracia que nos dejaron de herencia.

 

 

 

Luis Pedro España

 

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