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Discurso tramposo

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Discurso tramposo

En un acto de prestidigitación poco hábil, la socióloga Maryclen Stelling se refirió esta semana a la corrupción en Venezuela y señaló responsabilidades en todas partes, menos en aquellas donde pululan los culpables.

 

Dijo la académica, en entrevista concedida esta semana a Últimas Noticias, que la corrupción es un problema antropológico, desvinculado de quienes ejerzan el poder, puesto que este azote «está arraigado en lo más profundo de la cultura del venezolano», que con esa simiente en su mentalidad celebra el asalto a los recursos públicos y tiene en el corrupto un modelo de viveza y pájaro bravo, cuya astucia encomia en lugar de rechazar. Esbozado este perfil, Stelling concluye que es preciso «acabar con la impunidad a través de sanciones que sirvan de ejemplo y educar para que la ciudadanía deje de ser indiferente ante este flagelo».

 

Este desprecio por las masas ignaras, que carecen de ética y, por tanto, deben ser instruidas para que lleguen a discernir entre el bien y el mal, no es exclusivo de la profesora Stelling. Ya en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013, titulado «Nueva ética socialista», se establece la necesidad de un «nuevo proyecto ético socialista bolivariano» que actúe sobre una «realidad cuyos rasgos dominantes son», entre otros, «la pobreza material y espiritual en la cual permanecen aún millones de venezolanos, por lo mismo imposibilitados de satisfacer sus necesidades primarias y desarrollar la espiritualidad inherente a toda persona».

 

Más adelante, abunda en la peyorativa noción de los desposeídos: «Está claro que el estado de necesidad permanente anula cualquier posibilidad real del ser ético». Y si esto fuera poco, ese plan de la nación postula que: «El niño que hoy no puede comer, el niño que no puede ser niño, que no puede jugar, probablemente sea el criminal de mañana que asesinará a nuestro hijo».

 

Devastador. La «nueva ética socialista» del régimen parte de la certeza de que la mengua material desahucia al pobre, quien no sólo va corto de calorías sino también de alma. Y encima, lo más probable es que el niño pobre incube al asesino del hijo del planificador socialista, este sí, flamante propietario de un ser ético.Por ese camino, Stelling exculpa al corrupto, un pobre delincuente que se degradó hasta ese punto porque la ciudadanía complaciente no lo aisló con una «condena social».

 

El corrupto de Stelling, como los millones de venezolanos que no desarrollan «la espiritualidad inherente a toda persona», no tiene la culpa de ser así. Mucho menos la tienen estos 15 años de hegemonía de Chávez, su camarilla y sus herederos, que Stelling no alude ni con el pétalo de una rosa. La corrupción es una tara genética, no una práctica que en estos años se ha multiplicado gracias a la opacidad en los procesos administrativos, a la falta de contraloría, al secuestro de los poderes por el Ejecutivo, a la existencia de presupuestos paralelos y fondos manejados por Chávez en su momento (y es de suponer que ahora por Maduro), a la falta absoluta de rendición de cuentas y al hecho de que los jerarcas de la revolución han gobernado sin contrapeso, límite ni legalidad.

 

Si Venezuela viviera bajo el imperio de la ley no habría ningún ladrón, por vivito que fuera, capaz de hacer las fortunas que al amparo del chavismo y a costa del Estado, se han levantado en estos años con total impunidad y descaro. Después de afirmar que «aquí no hay castigo moral para el corrupto», Stelling adopta abiertamente el tono de la secta adoradora y dice que la solución está en «hacer lo que el presidente Chávez llamó ‘la refundación ética del país».

 

Esto significa no sólo que Chávez no tuvo nada que ver con la formidable corrupción que floreció a su sombra, sino que el coautor de la Lista Tascón-Chávez-Jorge Rodríguez es referencia ética. El mandatario que puso a toda su familia en cargos de alta responsabilidad, aún cuando ninguno tenía los méritos para ello; que se echó al hombro a Cuba, país arruinado por la satrapía de más de medio siglo, para mantenerlo en desmedro de la economía venezolana; el que procuró el desmantelamiento y depauperación de Pdvsa, de la infraestructura nacional, del aparato productivo y de la institucionalidad; el que mandó a la cárcel a la jueza Afiuni y luego encargó los castigos que ya sabemos… ¿Ese es el bastión de decencia de la socióloga Stelling?

 

Tantas maromas para indultar a la chavoburguesía, a los narcogenerales, a las infantas Chávez que viven en La Casona a expensas del país, que les paga los tres golpes y los sirvientes. Y, sobre todo, para limpiar el expediente de Chávez, autor de los diosdados, los bolichicos, los pudrevales, los maletines con dólares que caminan por América Latina, los transformadores eléctricos convertidos en mansiones en Miami. Usted termine la lista que Stelling silencia.

 

Milagros Socorro

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