Se dice que cuando algo excede su valor se convierte en un objeto caro. También definimos a alguien muy apreciado como un amigo caro; pero así también denominamos una experiencia negativa, o costosa como cara.
Los últimos lustros de Venezuela son bien conocidos mundialmente como muy caros para nuestra población. Claro está que así no lo consideran quienes son conocidos como enchufados, boliburgueses, bolichicos o pranes, que son los que resultan caros sin ser caros para el país.
La confusión del término podría una vez más hacernos perder en la laberíntica situación de que la noticia de un diputado Caro era apresado por terrorista o portador de armas para una supuesta sublevación popular. Esta acción absolutamente ilegal por parte de las fuerzas de represión del poder tiránico impopular fue desconocida por los otros impopulares poderes que forman el Poder Moral. Ninguno se acordó de la inmunidad parlamentaria, ni tampoco recordaron plazos y normas para imputaciones, y ni siquiera respetaron las visitas para sus abogados en los múltiples traslados de prisiones.
No es nuestra intención ahondar en el señalamiento de la cadena de abusos e irregularidades que ha cometido el régimen dictatorial en esta ocasión, eso solo serviría para ratificar un lamento, cuando lo que reclamamos es dejar de lloriquear y pasar a la acción para poder recuperar la democracia y, sobre todo, la justicia.
Caro resulta un caro error para el gobierno, pues si hay alguna persona que podría invocar su pertenencia a las raíces populares de nuestra población es Gilbert Caro, diputado por el estado Miranda. Gilbert Caro nació en Catia, creció en el barrio Los Flores y, como tantos jóvenes de esa Venezuela pobre, terminó en injusta prisión por diez años.
En la cárcel de El Rodeo encontró un nuevo rumbo. Inspirado por la ayuda al prójimo pasó a formar parte de un grupo que con aportes de las familias de los prisioneros ayudaron a quienes recuperaban la libertad, pero carecían del apoyo para su reinserción a la normalidad.
Cuando Gilbert cumplió su pena salió a formar su propia acción filantrópica; con voluntad y vocación incansable construyó un albergue y escuela en Guarenas que hace palidecer las acciones filantrópicas de quienes con sobrantes recursos apenas se atreven a medio acordarse de los que nada tienen. Caro se convirtió en un caro amigo por su compromiso social, al tiempo que demostraba una firme voluntad para hacer que las cosas que no iban bien cambiaran. Eso transforma a los caros como Caro en gente molesta para los gerifaltes impostores.
Hoy Gilbert ha vuelto a la oscuridad de las celdas, pero esta vez lleva una antorcha que ilumina a sus compañeros, como a nosotros, quienes fuimos tocados por su obra y determinación. Venezuela tiene muchos diputados caros pero solo un Caro diputado, no lo podemos olvidar.
Leopoldo López Gil