Como en la Venezuela de 1998, Brasil amenaza con pasar de Guatemala a Guatepeor, porque si bien los partidos se ganan el desprecio de la población por corruptos, los hombres mesiánicos llevan al infierno sin salida. Como en la Caracas de 1989, los medios están mostrando en vivo y en directo las marchas, los saqueos, la violencia. En un descuido esas muchedumbres lanzarán el país hacia lo desconocido. Millones de brasileños no comían bien a pesar del supuesto triunfo económico, su dirigencia había perdido el contacto con el pueblo.
En Venezuela por las redes sociales se repite el mensaje de no dejar solos a los estudiantes, se les presenta como ejemplo para la oposición, se olvida que los dirigentes universitarios no han querido politizar su movimiento; en el pasado la sociedad civil rechazaba la presencia de políticos en sus marchas, suponían una raya retratarse junto a ellos. Hoy se reconoce la necesidad de los partidos con cierto desdén, actitud, por cierto, que comparte la sociedad civil latinoamericana. Así se abre la puerta a lo desconocido, o se consolida al gobierno chavista. Esa distancia entre partidos y sociedad permite que surjan líderes mesiánicos, dictaduras o aventuras políticas.
En Venezuela cuando llegue el día en que, como respuesta a la agresión de paramilitares contra la UCV, marchen, hombro con hombro, los líderes políticos y los institucionales, la derrota del chavismo será una simple cuestión de tiempo.
Maduro ha convencido a los universitarios de una verdad que hasta ahora se resistían a reconocer: el chavismo quiere destruir las universidades, nunca dialogará con profesores y estudiantes, lo hará sólo con organizaciones de papel chavistas, aparatos burocráticos. A la UCV la atacan paramilitares para no cargar con esas barbaridades la policía y el Ejército.
Es hora de formar una gran alianza del país democrático, de que marchen juntos con los estudiantes el rector de la Universidad Católica, Capriles Radonski, Ramos Allup, Jorge Boti, los dirigentes obreros, junto con los rectores de las universidades autónomas y los presidentes de los centros de estudiantes. Esa es la verdadera unidad nacional, más allá de instituciones y partidos, la unidad de los demócratas. Cuando junto con los estudiantes marchen los poetas, los empresarios, los religiosos, los políticos. Tutilimundi, pues, tendremos otro país y ojalá también grandes partidos modernos.
El Gobierno habla con los empresarios y con la Iglesia con la condición de que unos a cambio de recibir los dólares se dediquen exclusivamente a ganar dinero y los eclesiásticos se preocupen sólo por la otra vida.
El desarrollo económico no trae siempre la felicidad, fractura a la sociedad; hay más paz cuando todos somos pobres que cuando algunos se hacen muy ricos porque el que reparte se queda con la mejor parte, mientras los demás reciben migajas. El discurso de la olvidada Generación del 28 les hablaba a campesinos, obreros y empresarios, no aspiraba sólo a conseguir los aplausos de los economistas y politólogos internacionales. Crearon un país, no un milagro económico.
En Venezuela la clase media llevó a Chávez al poder, en Brasil marcha y marcha. Nadie aprende en cabeza ajena, hay pocos pobretones en las muchedumbres brasileñas que viven la misma ilusión que en el olvidado Mayo Francés: ponen en ridículo a Dilma.
Ah, y ¿después de Dilma? Sigan divirtiéndose, pues. Por ahora, paz y amor y algún que otro autobús incendiado.
Pro Fausto Masó