Del dólar imperial a la dinastía del yuan

Del dólar imperial a la dinastía del yuan

Otra vez se aplazó el anuncio sobre el nuevo sistema cambiario. El viaje a China, en busca de recursos de emergencia con los cuales enfrentar la drástica caída de los precios del petróleo, parece ser determinante para terminar de definir qué tan duro será el control de divisas
Otra vez se aplazó el anuncio sobre el nuevo sistema cambiario. El viaje a China, en busca de recursos de emergencia con los cuales enfrentar la drástica caída de los precios del petróleo, parece ser determinante para terminar de definir qué tan duro será el control de divisas. Una semana más para saber qué tipo de ajuste económico emprenderá el Gobierno. Por lo pronto, lo que quedan son simples apuestas de lo que pueda ocurrir. Aunque todas convergen en una sola tendencia, vamos camino a una de las recesiones más profundas que haya tenido lugar desde, por lo menos, el Viernes Negro de 1983, primera de una larga lista de devaluaciones que han acompañado la historia económica del país de los últimos 30 años.

 

I

 

Como en una novela de espionaje podemos repasar las pistas que nos han dado para tratar de adelantarnos a lo que serán los anuncios sobre el nuevo tipo de cambio. En primer término, se anunció un sistema cambiario que respondería a un cronograma a largo plazo de desmontaje del sistema de control. De lo poco que han dicho, se asomó la posibilidad de pasar por una transición en tres etapas. Una primera de seis meses, luego otra de dos años, para luego entonces aplicar la definitiva que, como en todo país de economía estabilizada y en crecimiento, sería un tipo de cambio único y flexible.

 

Planteado de esta manera podríamos pensar que el sistema de control cambiario, ese que ha estado vigente por más de 10 años, vuelve a ser reconocido como algo que siempre debió ser temporal y no permanente. Como se sabe, el control de cambio en Venezuela no era una medida económica, sino política. Cuando el ingreso por exportaciones petroleras fue lo suficientemente alto como para que no se tuviera una regla cambiaria diferente a la única y flexible, todo el protocolo para la obtención de divisas, los cupos por tipo de uso y demás cortapisas, sólo respondieron a la idea de dejarle en claro al sector productivo privado quién era el que mandaba en el país. La medida, heredada de la extrema desconfianza que existe en Venezuela desde del golpe de Estado de 2002, respondía entonces a la necesidad de mantener a raya a los agentes económicos politizados. El resultado fue una economía de puertos que a los pocos años resultó inviable y en el presente reclama un cambio de reglas, que si bien trascienden el mecanismo de acceso a las divisas, lo que ocurra con este será una señal de lo que podría ser ese reacomodo.

 

Tres etapas para el desmontaje del actual sistema permite inferir que sólo la primera de ella es clara: restricción extrema de las divisas. Las otras dos etapas serán una promesa que nadie sabe si efectivamente se cumplirá.

 

II

 

La segunda pista ha sido tan mal interpretada que es mejor citarla textualmente. “Haré unos anuncios muy importantes sobre el programa económico de recuperación 2015 para Venezuela, y todos los aspectos de la estabilidad financiera nacional, en moneda venezolana y en moneda libremente convertible”. Dijo el presidente el 30 de diciembre pasado en un acto con productores del campo.

 

El uso del término “moneda convertible” levantó un revuelo opinático de importancia. La población entiende las palabras por lo que le suenan y en Venezuela, y puede que en toda América Latina, la moneda convertible no es un término económico usado para diferenciar los diferentes tipos de monedas, aquellas que circulan en sus países de emisión, pero que no son de libre cambio en otras economías. De hecho de las 140 monedas que aproximadamente existen, poco más de una docena de ellas goza de aceptación en casi todos los países y de allí el término de libre convertibilidad.

 

Sin duda, haber utilizado el término en nuestro contexto fue un error comunicacional que le introduce más ruido al ya confuso panorama económico nacional. Con toda seguridad no vamos a un esquema monetario como el que está por terminar en Cuba, pero sí es probable que, por condiciones que vendrán de los nuevos empréstitos con China, una parte de las reservas internaciones sea en una de esas monedas de libre convertibilidad como, por ejemplo, el yuan chino.

 

III

 

Como cualquiera de los fallidos gobiernos del pasado venezolano, el actual se da cuenta de que gasta más de lo que gana, importa más de lo que exporta y, definitivamente, no produce sino muy poco de lo que consume, cuando la crisis de precios del petróleo le estalla en la cara. En el pasado cuando estos shocks externos ocurrían, pues la producción nacional era el remedio. Planes de relanzamiento productivo eran la solución para hacerle frente a la imposibilidad de seguir con el esquema de importaciones del pasado.

 

Con la actual administración la situación es enteramente diferente. El gobierno lleva años declarando como enemigo a quien puede sacarlo de la crisis de abastecimiento y de producción en general. El gobierno no puede sin comprometer sus bases de apoyo más activas, así como sus prejuicios más profundos, al sector privado. Dar muestras de reconciliación y señales de confianza para la inversión privada en Venezuela es una materia que seguirá pospuesta hasta que las condiciones políticas no cambien. Por ello, el anuncio de pasar de ser una economía rentista a otra productiva no será para los capitales venezolanos, sino los extranjeros.

 

Luis Pedro España

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