Allí está la sombra marcada. Fueron 22 años en el mismo sitio. Y es que un anillo de matrimonio es el símbolo de una vida compartida. Por eso, cuando esa mañana un motorizado de mediana edad, bien vestido y mejor armado se acercó y le pidió que se lo quitara porque «no hay fuentes laborales» toda la historia juntos más los tres muchachitos se le pasaron por la mente y de manera resignada (como pareciera ser el símbolo de estos días) se lo entregó sin chistar aplicando la monserga insoportable de estos casos: «más vale eso que la vida», o la otra: «saliste barata porque no te quitaron el carro»; o esta de: «niña te han podido secuestrar no te quejes».
No te quejes, ese es el punto. No solo no nos quejamos sino que, de paso, llegamos hasta sentirnos afortunados porque el asunto no fue a mayores. O sea, no te mataron. Ese es el problema, conformismo y resignación son parte de nuestro nuevo código de vida. Si nos roban el anillo de bodas, nos conformamos y nos resignamos. Si no conseguimos algún artículo básico, nos conformamos y nos resignamos a hacer colas kilométricas para comprarlo.
Si nos revisan hasta los tuétanos para salir del país como si fuéramos unos delincuentes, nos conformamos y nos resignamos porque queremos salir del país para alejarnos un poco de nuestra realidad. Llegamos hasta el extremo de si tenemos una enfermedad como un cáncer y no hay reactivos para el diagnóstico o insumos para el tratamiento, nos conformamos y nos resignamos a esperar que ese mal haga de las suyas mientras los malandros de nuevo cuño se «rumbean» los preferenciales sin que haya ánimo de sancionar a nadie, incluso, con la «excusa» de que se trata de «deportistas» como el reciente caso de los protegidos pilotos «raspa dólares».
Conformarse y resignarnos es la fórmula que propone el Gobierno para «ser felices». Y es que el norte del régimen es ese: «la suprema felicidad del venezolano». Tan preocupados están por procurárnosla que hasta un viceministerio crearon para garantizarla. Porque hay que aclararlo: si pretendes buscarla en otro ámbito nunca la encontrarás, perderás tu tiempo o te estrellarás contra un muro.
Solo el «gran hermano» puede hacerte feliz. Así que déjate de pistoladas y entiende que por iniciativa propia nunca la encontrarás. Para el Gobierno ese «estado de plenitud» pasa por varios requisitos: 1) Confórmate con las migajas. 2) Vístete y piensa en rojo, solo en rojo, únicamente en rojo. 3) No te quejes, no reclames y mucho menos lo digas ante los pocos medios de comunicación libres que aún quedan. 4) Nunca emprendas cosas por tu cuenta o lo que es lo mismo: depende de mí. Y ante todo, lo que venimos recalcando desde el inicio de este artículo: confórmate y resígnate.
mariaisabelparraga@gmail.com
Por María Isabel Párraga