Hoy lunes 9 de diciembre, luego de una jornada electoral que define el mapa político de los tiempos por venir, amanece como todos los días. Más o menos problemas, más o menos tensión, unos y otros se dan como mayoría, en definitiva: un país polarizado a un extremo pernicioso.
Al momento de escribir este artículo (viernes en la mañana) estamos con los últimos detalles de una campaña electoral (otra más) en la que el abuso oficial ha sido la tónica y los deseos de aplastar al que se considera el «enemigo» y que no es más que un «contendor» es la idea expresada, no sólo verbalmente, sino también en un andamiaje jurídico levantado para imponer a otra parte del país un modelo, una forma de pensar y hay quien diría que una suerte de «religión política» en la que el que opine distinto se le excluye y queda reducido a un ciudadano de segunda bajo las categorías de «escuálido», «oligarca», «vendepatria» o «traidor».
Por la otra parte está también quienes en el otro extremo se niegan a ver que durante estos años se ha venido desarrollando una dinámica en la que el ciudadano se siente empoderado y donde la conciencia de sus derechos expresados en la Constitución es mucho mayor. No entender lo que ha significado el chavismo en la historia reciente es tener una visión miope de la realidad.
El asunto está en que mientras unos tratan de «aplastar» a los otros y un grupo de estos se niegan a comprender por qué surgió en Venezuela el chavismo se nos está yendo la vida. Unos atacando, otros defendiéndose y el resto, ese gran resto del país atrapado en medio del conflicto.
Al momento de escribir este artículo el mundo está impactado por la muerte de un hombre que ha podido optar por el camino de la violencia, la revancha y la destrucción de quienes durante mucho tiempo oprimieron a su pueblo con las terribles políticas racistas del apartheid. Sin embargo, cuando después de veintisiete años de cárcel y muchos más de resistencia llegó al poder entendió que el camino era la «reunificación» nacional si lo que se quería era avanzar. Buen ejemplo en estos días cuando en nuestro país quienes detentan el poder casi absoluto niegan ese camino. Y es que cuando estamos hablando de retener el poder por el poder mismo y a costa de lo que sea, conceptos como «conciliación», «acuerdo» y «diálogo» son mal vistos.
Maduro y su grupo a partir de hoy tienen la posibilidad de abrir las compuertas de la reunificación llamando a un «sincero» (hacemos hincapié en ese término) diálogo nacional. Ese es el único camino para que Venezuela sea viable. Como bien lo dijo Mandela: «Si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces él se vuelve tu compañero».
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Por María Isabel Párraga