«La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas». Albert Camus
Saturados de críticas muchas veces sin propuestas, la necesidad hoy de la oposición venezolana es tener un plan claro que oriente acciones, pero sobre todo que motive a continuar una lucha con esperanza real de cambio.
Reproducir un modelo autoritario para enfrentar el autoritarismo es sin duda el peor camino y el peor ejemplo, pero peor aún es crear un modelo aparentemente amplio y democrático, para no serlo.
En este sentido, el primer reto para construir una verdadera alternativa democrática desde los sectores adversos al madurismo es el respeto a la diversidad, la amplitud al debate y la negación de hacer política con hechos sobrevenidos, vicio que muchos arrastran de la vieja política que en Venezuela no ve distingo entre la mal llamada cuarta y quinta república.
Si logramos ponernos de acuerdo en el cómo, y asumimos que el qué nos motiva es el restablecimiento de la democracia, el Estado de Derecho y condiciones para el desarrollo de unas elecciones competitivas donde se respeten los verdaderos resultados, entonces avanzaríamos a un tercer paso: una ruta.
Será imposible que toda la amplitud del archipiélago opositor se ponga totalmente de acuerdo, pero lograr la mayoría es clave. Que solo queden fuera los que se niegan a estar, pero todos aquellos que expresan voluntad de participar, que tengan su espacio: los chavistas democráticos, críticos, ex chavistas, socialdemócratas, liberales, conservadores, de la izquierda democrática, nihilistas, bolivarianos, nacionalistas, los que se abstendrán, los que van a votar y pare usted de contar.
En ese marco, se debe escoger, por primarias o consenso, un equipo de liderazgo colectivo, con rostros y nombres visibles que asuman como reto ser quienes en el momento del cambio por vía electoral asuman la transición democrática. La fórmula debe ser lo más representativa posible de todos los sectores, pero sobre todo tienen que estar claros del rol histórico que deben desempeñar y que deben ser expresión del flujo de consulta permanente con las bases de una mayoría que clama a gritos una vida digna. Por su carácter de transitoriedad, sería clave que quienes tienen apetencias presidencialistas con proyectos de partido (absolutamente legítimo) en principio se conviertan en un equipo de apoyo al liderazgo que encabece la transición y que después de restablecida la democracia, compitan libremente por sus válidas aspiraciones.
Al tener el equipo de conducción política hacia la transición, el objetivo siguiente sería lograr junto con las fuerzas sociales y económicas del país consolidar una fuerza en los estados, municipios, parroquias y comunidades venezolanas para la movilización definitiva hacia la conquista de condiciones competitivas para el restablecimiento democrático, a través de la lucha por el cambio de una cotidianidad que nos agobia: falta de medicinas, comida, salarios justos, recobro de la esperanza y la dignidad, acción que debe contar con el sector militar y un sector de quiebre interno dentro del mismo gobierno, que sienta la confianza de que apostar por el restablecimiento del orden constitucional es el camino.
El dilema no es ir o no a votar el 20 mayo, de hecho es un aspecto subalterno, que bien manejado podría ser un punto de apoyo para el logro de objetivos más trascendentes. No debemos someter a la población al extravió de ver más enemigos donde no los debe haber. El reto es evitar que el 20 de mayo nos agarre con los brazos cruzados esperando que otro resuelva por nosotros nuestro problema.
El espacio natural para debatir y desarrollar esta y otras propuestas es el Frente Amplio, y trabajamos arduamente para que el debate se dé, y aunque no es fácil, seguimos insistiendo, confiados en que hay una corriente favorable a estas ideas y que además todo el esfuerzo y la voluntad de aglutinar las fuerzas para avanzar de manera contundente. @NicmerEvans
Nicmer Evans
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