De los muchos beneficios que trajo el proceso de descentralización -comenzado a fines del siglo pasado y declarado en estado de sospecha a principios de este siglo- está la creación de policías municipales.
Los vecinos, principales sujetos de las políticas públicas de seguridad ciudadana, reportan que confían en nuestros funcionarios policiales, que los sienten como mujeres y hombres respetables y que saben respetar. Un policía es una pieza crucial en la creación de progreso y prosperidad. Su accionar genera seguridad en el ciudadano lo cual deriva en que los vecinos puedan trabajar, estudiar, recrearse, esparcirse, desarrollar sus actividades en paz. Esto se traduce en progreso, desarrollo y prosperidad.
Nuestra PoliBaruta es hoy una estructura altamente capacitada. No es aún ni del tamaño que deseamos ni cuenta con la tecnología e implementos de los cuales deseamos dotarla. Pero es una de las mejores policías del país y comparable con las mejores de América Latina. Ser un funcionario policial no es fácil. Requiere conocimientos, vocación de servicio, carácter para enfrentar situaciones complejas con diligencia y serenidad. Un oficial sale de su casa todos los días y mientras se despide de su familia piensa en qué peligro habrá de enfrentar. Los ciudadanos huimos de los delincuentes; los policías los buscan y confrontan.
Haciendo ingeniería presupuestaria hemos logrado arbitrar los recursos financieros para dotar a nuestro cuerpo policial, cancelarles salarios dignos y proteger a ellos y a sus familias. No estamos satisfechos con lo logrado y por ello insistimos en la procura de recursos. Mientras muchos alcaldes y algunos gobernadores nos empecinamos en desarrollar sistemas de seguridad ciudadana que se integren entre sí y en trabajar en coordinación con otras estructuras policiales de diferente categoría, como el CICPC, desde el Gobierno Nacional se empeñan en generar soluciones que se traducen en «alegría de tísico», suertes de operativos que responden más a los titulares de prensa que a la búsqueda de soluciones reales y sustentables a los problemas de inseguridad del país. En estos largos años, hemos visto muchos planes especiales ampliamente publicitados en su lanzamiento, pero que en nada han contribuido a poner coto a la inseguridad. Ello se explica por cuanto han sido ofertas espasmódicas para un problema que no es espasmódico.
Ahora estamos otra vez ante una respuesta del Gobierno Nacional que es, lamento decirlo, un nuevo espasmo. La medicina que quieren darle al enfermo no es la correcta ni en componente ni en dosis. Nuestra FANB está integrada por hombres y mujeres que estudian, se preparan y entrenan para ser soldados de la nación, con competencias específicas determinadas en la Constitución y en las leyes que rigen la materia. Un soldado no es un policía, sin desmérito de ninguno de los dos (gozan de nuestra mayor consideración y respeto). Son profesionales muy distintos. Usando una comparación que acaso ilustre sobre esta necesaria distinción, es como su dijéramos que un ingeniero civil es igual a un ingeniero de sistemas.
Las personas nos reportan que les angustia ver soldados en las calles. Tienen razón porque son militares, a quienes respetamos, pero imaginamos en situaciones bélicas o de protección de fronteras, o incluso en enfrentamiento de catástrofes, mas no en la protección y resguardo de los ciudadanos. Los vecinos ven a los policías como civiles de uniforme. Ello les infunde tranquilidad.
Hay más. Los instrumentos que utilizan los soldados difieren de aquellos que portan los policías. No me refiero tan sólo a las armas (diferentes a las de uso militar), sino al modo de comportarse y de afrontar una situación. Los policías, desde el día uno de su preparación, son entrenados para el uso de la palabra, es decir, en áreas de comunicación personal. Ese joven o esa muchacha que vemos en uniforme policial no debe sembrar distancia, sino hacerle sentir al vecino que es un servidor cercano y asequible. Esto incluye la atención en el centro telefónico en el cual se reciben las llamadas reportando algún incidente.
La solución a la inseguridad no está en la militarización. Está en la civilización. Estamos atentos a este nuevo operativo. Ojalá funcionara, pero lo dudamos. Creemos que una vez más se están desperdiciando recursos y poniendo en práctica modelos que de sobra sabemos no funcionan.
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Fuente: EU
Por Gerardo Blyde